lunes, diciembre 29, 2008

BAUHAUS

GO AWAY WHITE

La vuelta de Bauhaus al estudio 25 años después de “Burning from the Inside” podría interpretarse como un renacimiento del goth rock justo cuando la última encarnación posible del género parece dispuesta a clonarse una y otra vez a partir del mapa genético que trazaron NIN, Marylyn Manson y Korn en los ´90. La primera mitad de “Go Away White” despeja cualquier especulación al respecto. En su anunciada despedida como banda, Murphy-Ash-Haskins-J lejos de buscar repetir la fórmula se decantan con las composiciones más rockeras que jamás hayan concebido. Lo que escuchamos son intrépidas guitarras, líneas de bajo machacante, percusión hipnótica y la voz de Murphy que sin llegar a ser gutural se muestra en su versión más áspera. Todo grabado en una sola toma. Si no fuera por el teclado que atravieza “Undone” como un espectro digno de Joy Division tendríamos pocos indicios para reconocer a sus autores. Con “Endless Summer of the Dammed” comienza el decenso a las profundidades que los Bauhaus solían frecuentar en su primera época y de ahí hasta el final sólo saldrán a la superficie para recuperar oxígeno con “Black Stone Heart”, el resto será minimalismo y tinieblas de las que aseguran no han de regresar jamás.
JORGE CAÑADA

sábado, diciembre 13, 2008

GRAND ARCHIVES
The Grand Archives

Sub Pop
Al escuchar los poco más de tres minutos de “Torn Blue Foam Couch” uno podría caer en la tentación de creer que está ante una superlativa banda tributo de CSN&Y. A falta de cuatro, cinco voces armonizan en el límite justo de la tolerancia para un diabético. La siguiente hipótesis es que una nueva superbanda se ha formado. Cansado de intentar emular en solitario sus épocas de gloria junto a Paul Simon, Art Garfunkel parece haberse sumado a los héroes de “Ohio”. El inicio de “Miniature Birds” nos desorienta por su inequívoca remisión a “The Continuing Story of Bungalow Bill” (aunque desprovista del barniz psicodélico de la joya del “Álbum Blanco”) pero luego nos devuelve a la primera sospecha. Pasarán también “Swan Matches” e “Index moon” y si bien no lograrán despejar nuestra duda comienzan a darnos alguna certezas. Grand Archives, reclama herencia y honores en un mismo acto. Mat Brooke exhibe sus credenciales (Carissa´s Wierd y Band of Horses), no reniega de sus claras influencias con epicentro en la Costa Oeste (The Mamas & The Papas y Beach Boys también tienen aquí un merecido homenaje) y a la vez juega todas sus cartas de triunfo apostando sin guardarse nada, con pura convicción y sin efectismos. Una gloria más para Seattle, que esta vez muestra la contracara de la densidad grunge de los ’90. Melodías cristalinas y baladas aderezadas con una instrumentación sobria pero bien dotada que en dosis precisas realza el buen sabor de las composiciones (harmónica y peddal steel guitar lucen en “George Kamisnki”). A partir de “Brezy No Brezy” parece enrarecerse la atmosfera. Una pausa instrumental, suerte de aleación dub con resonancias balcánicas abre un paréntesis que se cierra con “The Crime Window”, enérgico cántico cuasi-futbolero, tan deudor de The Clash como de Manic Street Preaches o Arcade Fire ya más cerca en el tiempo. Pero “Orange Juice” rápidamente nos devuelve al remanso al que ya nos habíamos acostumbrado y una vez más agradecemos que Grand Archives haga honor a su nombre, desempolve ese sonido tan caro a nuestros sentidos y rescate el legado de sus maestros.
JORGE CAÑADA B.
Grand Archives - Miniature Birds

miércoles, diciembre 10, 2008

KINGS OF LEON
Only By The Night

Hay pocas bandas que no temen correr riesgos cuando cambian su sonido con el cual se embolsaron a miles de admiradores o a la crítica del momento. Estamos ante una de ellas. Los Kings aparecieron en el 2003 con Youth & Young Manhood y fueron reconocidos como los precoces abanderados del rock sureño a lo Lynyrd Skynyrd o The Allman Brothers. Muy bien recibidos, sobre todo en Europa. El segundo disco Aha Shake Heartbreak (2004) también fue sureño, aunque más agresivo y trajinado. Para el siguiente, Because of The Times (2007), nos sorprendieron batiendo sus raíces con el britpop clásico. En esta cuarta entrega el viraje hacia el viejo continente ha sido mucho mayor, y lo poco de norteamericano que se percibe es de influencia neoyorquina (“I Want You”). No quedan rastros de aquellas sinuosas y urgentes canciones marcadas a fuego por algún cowboy. Ahora hay arreglos tipo U2 (“Closer”, “Notion”), algunos riffs zepellinianos (“Crawl”), acompañamientos vocales (“Reverly”) una voz líder más limpia, mejor trabajada (“Sex On Fire”) y por momentos menos expresiva (“Be Somebody”). Comparado con sus anteriores trabajos, Only By The Night es menos enérgico, más atrevido, menos orgánico, con más arreglos, de digestión lenta para antiguos fans, de singles sabrosos para nuevos adeptos. A pesar de ser el que menos me gusta, le reconozco su mayor mérito: no suena forzado. Estas nuevas canciones, nuevos ritmos, nuevos estilos fluyen con el buen oficio y la confianza propias de aquellos que están convencidas de que son dueños de su propio destino.
Henry Flores
Kings Of Leon-Sex on Fire(live)

martes, diciembre 02, 2008

MUDHONEY
The Lucky Ones
Sub Pop
Los pioneros del grunge ya tienen veinte años como banda. La mejor manera de celebrarlo ha sido reeditando su fundamental debut Superfuzz Bigmuff (1988) en una versión de lujo, y sacando otro disco con nuevos temas, de este último nos vamos a ocupar. En comparación con sus anteriores trabajos Since We've Become Translucent y Under a Billion Suns, esta nueva entrega reboza de momentos frenéticos y distorsionados que nos remiten a su etapa más salvaje y primigenia, con sus efectos fuzz y muff casi al tope. “Tales of Terror”, “I’m Now”, o “New Meaning” son un viaje directo, sin permiso y a empujones, al tiempo de las camisas de cuadros y botas Dr. Martens. Y las canciones más producidas como “The Lucky Ones” o “And The Shimmering Light” aportan el equilibrio necesario para que estos veteranos no suenen desfasados ni muy amateurs. Veinte años no han sido suficientes para doblegar el espíritu punk y loser de esta banda que es el orgullo de Seattle y la Sub Pop. Los verdaderos héroes del grunge.
Henry Flores

Mudhoney-"The Lucky Ones"

miércoles, noviembre 26, 2008

Sergio Galarza – Paseador de perros (2008)
ESCLAVO DE LOS CUATRO PATAS
Galarza se dio a conocer a los veinte años con “Matacabros” (1996), un libro pequeño de relatos urbanos violentos que le trajo buena reputación y lo convirtió en la sensación literaria del momento. Han pasado doce años desde aquel debut, tres libros más de cuentos, un reportaje novelado sobre los Rolling Stones, hasta llegar a “Paseador de Perros”, su primera novela.

“Paseador…” trata sobre un inmigrante peruano que se gana la vida cuidando a un mapache y paseando perros por las calles de Madrid. Él acepta este trabajo porque es el único en el cual no le piden papeles y necesita pagar techo y comida, como bonus, le permite conocer más a fondo a la ciudad que lo ha adoptado. Mientras su vida transcurre entre recoger el excremento de sus amos de cuatro patas y viajar muchas horas en el metro, se va enterando, muy a su pesar, de la vida privada de sus clientes, a veces por curiosidad y en otras porque son personas solas que quieren que las escuchen y les respondan algo más que monótonos ladridos. Así, vemos desfilar personajes como el anciano mutilado que agoniza de diabetes y que con mucho esfuerzo le pide que cuide a sus perros, el viejo gruñón cuyo hijo lo ha abandonado dejándole un mapache que él detesta, o aquella chica desfigurada por el acné que no se atreve a salir a las calles ni para pasear a su mascota. Respecto a su vida privada, el protagonista nos cuenta en primera persona sus problemas con la novia, sus resentimientos y frustraciones por no lograr lo que se propuso cuando salió de Lima, y sobre todo, nos va retratando (el mayor aporte de esta novela) al Madrid sin maquillaje publicitario, atestado de inmigrantes que no aprecian la impronta cultural de la ciudad, de sus veranos fantasmales y con temperaturas insoportables, de sus calles y parques llenos de mierda de animales, con su transporte urbano caótico y mal ventilado, bello y desenfrenado para el turista, peligroso e indiferente para el inmigrante.

A pesar de que sus posteriores trabajos a “Matacabros” no despertaron el mismo entusiasmo, Galarza han sabido mantener el desenfado y la crudeza que lo caracteriza. También, destacamos aquí un avance cualitativo en sus lados reflexivo e irónico, los cuales le dan buena sazón a esta cuasi autobiografía. En cuanto a la obra vista en su conjunto, como un todo, una unidad, la novela está dividida en treinta y siete capítulos cortos, algunos de ellos independientes, con vida propia, como un disco compilatorio de singles, y no un álbum conceptual, o en el mejor de los casos como un álbum de canciones diversas que contiene algunas suites. Uno tiene la sensación de estar ante un libro de relatos breves y ese es su punto débil: a Galarza le cuesta trabajo desprenderse del formato cuento. “Paseador de Perros” es como un diario, y no la novela ambiciosa, compleja y mejor estructurada que seguimos esperando de él.

HENRY FLORES

viernes, noviembre 21, 2008

DOLORES DELIRIO / Plástico Divino

Si antes nos costó mucho trabajo asimilar la muerte prematura del guitarrista Jeffry Parra, y por ende el de la mejor encarnación de Dolores Delirio, ¿cómo se supone que nos acostumbremos a la ausencia del cantante Brenneisen? Los de ahora, con Luis Sanguinetti en la voz, ¿siguen siendo Dolores? Ni siquiera los miembros fundadores, Vásquez e Inoñan, son suficientes para vendernos la imagen de esta entrañable banda de culto. Por eso, hablaremos de este disco suponiendo que es el debut de un grupo con ex integrantes de Dolores Delirio, y no por nostalgia, sino por respeto a los pasados gloriosos.

“Fetiches & Webcam”, con su fuerza apoyada en la voz y la base rítmica, logra llamar la atención, ellos han venido para quedarse, revolotear y darle interés a la movida local. “Metrópoli” es uno de sus mejores temas, los riffs, “electrónicos” e intermitentes, matizan el registro vocal de Sanguinetti, quién canta con seguridad versos de buena factura como: “me siento tan bien, y me vuelvo de aluminio, hoy mi corazón es de un plástico divino. El cielo en su castigo me ha olvidado, te veo al otro lado de mi molino de vidrio”. En la mayoría de las canciones los loops percusivos y las cuerdas distorsionadas hacen de las suyas, se hilvanan con fuerza para coser prendas musicales a la medida de lo que se espera de estos músicos de éxito y larga trayectoria. El guitarrista Anchante se despacha a su gusto en “Ángel de Polvo”, “Jardín de estatuas” o “Histeria”, saturando sus acordes con chorus, echoes, delays, overdrives y demás pastas. El sólido bunker rítmico creado por Inoñan y Vásquez no conoce la erosión del tiempo. En la balada “(Ultramar) Azul”, se puede apreciar mejor la voz de Luis: no es desgarradora cuando debe serlo, pero lo compensa desenvolviéndose con soltura en los tonos bajos, creando un efecto susurrante cuando la letra lo pide. Y para terminar, recordando que se hacen llamar Dolores Delirio, viene a mi mente una frase del venerado Cero (1995): “Observa a estos niños bañados en barro”. Ahora, ya no somos solo tú y yo.
NOEL MIRÓ QUESADA

INYECTORES / Viaje al centro del olvido


Sería mezquino no reconocer el prestigio bien ganado de este potente y carismático cuarteto. Con sus dos álbumes anteriores, registraron e impusieron su marca: canciones bien cantadas de hardcore y punk melódicos, con letras reflexivas, urgentes y positivas. Cuatro años después, se apropian del hardcore visceral de G3 -desparecido y mítico cuarteto que entre sus miembros figuraban dos Inyectores: Farfán y Bellido- para irrumpir desde el inicio con bólidos como “Alarmas”, para denunciar malditas ideologías del terror y la destrucción en “El ciclo del terror”, o para hacernos poguear hasta con las almohadas (súbanle el volumen a “El Camino”). Pero, ¿qué los diferencia de aquella anterior banda? Pues, ahora Gonzalo Farfán es un cantante más cuajado, y las voces logran con éxito imponer su melodía sobre las guitarras y los platillos que martillean sin piedad. Además, los Inyectores siguen atentos no solo a los problemas existenciales, también a la realidad coyuntural del país, por ejemplo, en “La Respuesta” cuestionan las decisiones de los gobernantes y se interrogan hacia dónde vamos como nación y quién solucionará nuestros problemas como la corrupción y la impunidad. Y para aquellos devotos de Bombardero (2001) y Última Parada (2003), las melódicas “Sueños de la realidad”, “Días Oscuros” o “Mañanas”, evitan que el cambio de estilo sea traumático, pero, seamos sinceros, en aquellos discos era difícil saltearse las canciones, aquí por lo menos hay unos tres temas para el olvido. Ojalá que el siguiente álbum no se haga esperar tanto.
HENRY FLORES

sábado, noviembre 15, 2008

R.E.M. EN LIMA (Estadio Nacional, 14 noviembre)
HEY, BABY. ARE YOU HAVING FUN?
Miles de celulares encendidos, miles de maneras de reaccionar y miles de voces amalgamadas por una melodía, por una canción, por un trío llamado R.E.M. Solo un tema como “Everybody Hurts” podía unir a los peruanos en el estadio Nacional, aparte de nuestro patético y ojalá desafiliado fútbol peruano. Estábamos a mitad del concierto cuando sonó aquel hipnótico y tierno piano que inaugura esta oda a la superación del sufrimiento. Hasta antes de “Everybody …”, los fans y conocedores de esta banda de Athens, ya estaban chupándose los dedos, degustando suculentos platos como “I Took Your Name” y “What’s the Frequency, Kenneth?”, piezas furiosas sacadas del Monster, o con “Drive” e “Ignoreland”, obras maestras del Automatic For The People, o los estrenos de “Living Well is the Best Revenge” y “Man-Sized Wreath” del Accelerate(2008). Faltaba darle el gusto a los que fueron por curiosidad, a los que oyeron solo los hits en la radio o la MTV, y a los inevitables poseros que solo están a la espera de “Shiny Happy People” (tema que R.E.M. hace tiempo no toca en vivo y por el cual sienten algo de vergüenza). “Everybody Hurts” y más adelante “Losing My Religion” hicieron el milagro, mismo San Martincito, de juntar a perros, pericotes y gatos.
La respuesta del público superó todas las expectativas. Los peruanos de a poco nos estamos acostumbrando a disfrutar de conciertos anglosajones de éxito mundial. Los aplausos, vítores y saltos no decayeron, sobre todo con la gente que estaba en campo y con cientos de fans, cómodamente ubicados en las graderías, que no quisieron sentarse durante las dos horas del show. El resto respondió muy bien con sus aplausos efusivos. Era imposible no reaccionar favorablemente cuando Stipe, Mills y Buck nos administraban ritmos antidepresivos como los de “The One I Love”, “Orange Crush” (grande Mike Mills en la segunda voz) o “It’s the End of the World..”. Personalmente, me sentí un privilegiado al saberme parte de una minoría melómana que podía identificar y conmoverse con aquella extraña y hermosa versión acústica de “Let Me In”, o comprobar que aquel lejano single de mediados de los ochentas llamado “Fall On Me” sonó con el mismo espíritu fresco e independiente de aquellos años.

El paso del tiempo no podrá borrar muchos de los videos y fotos que hemos capturado, desde distintos ángulos y a diferentes píxeles, con las “cámaras” de nuestras mentes. Uno de mis favoritos es aquel baile hipnótico de Michael Stipe mientras la guitarra furiosa de Peter Buck saturaba como los dioses en “She Just Wants To Be Me”, penúltima canción y perfecta bienvenida para el final. “Man On The Moon”, como en toda la gira sudamericana, sirvió de colofón a una noche inolvidable en la cual Lima adquirió por primera vez un privilegio del que nunca había gozado: el de acoger y disfrutar de una de las bandas más grandes, vigentes y representativas de lo que se llegó a conocer como “rock alternativo”. “¡Hey!, ¿se están divirtiendo?”. ¡Por supuesto! Felices y radiantes.
HENRY FLORES
"Losing my Religion"

miércoles, noviembre 12, 2008

EN ESPERA DE R.E.M
AL ENCUENTRO DEL RÍO

Sonidos cristalinos y melancólicos. Una guitarra acústica, inspirada, sensible nos hace escuchar sus primeras notas. Peter Buck, movedizo y saltarín, de la estirpe del viejo Pete Towshend, luce silencioso y concentrado en su instrumento en las imágenes promocionales del inspirado "Find The River", (vídeo que aparece en el discutible Parallel), canción que cierra el hermoso Automatic for the People, disco esencial e indispensable de R.E.M.

"Find the River" es el surco final, y a él llegamos casi en estado de gracia. Allí, aún con los tímpanos vibrando con los sonidos de la intimista Nightswimming, descubrimos una melodía que las cuerdas construyen delicadamente conduciendo sin dilación alguna su mensaje sonoro hacia el corazón. Directamente hacia la fibra sensible de nuestra naturaleza melómana.

Las notas del teclado, tiernas y sentimentales, como los sonidos de un violín, se insinúan sobre las cuerdas y nos fascinan, nos inmovilizan. Es la gran finale de un tour mágico y espléndido que se inicia en Drive, y pasa por hitos inolvidables como "Everybody Hurts", "Star me Kitten", "Man on the Moon", "Nightswimming" y ese desborde emocionante de energía e inconformismo que es "Ignoreland".

¿Qué caminos de sabiduría y ternura o experiencia e ilusión recorrió Mike Mills antes de deslizar con precisión sus manos por ese tablero blanco y negro de armonías y melodías?
La emoción se acumula violentamente en nuestro corazón, cuando la voz grave y lenta de Michael Stipe, como un susurro, llama, convoca: Hey now, little speedyhead…. Sugerente y firme la voz nos invita a salir del encierro, a ver el mundo, duro y desafiante. No hay más alternativa, hay que continuar con la aventura del diario vivir. La voz clara, hermosa, de Stipe, entonces, se eleva y afirma: vivir sí, pero también hay que buscar. Sin desánimo, que no se está solo en el camino (Everybody Hurts) Sí, buscar el camino, en medio de la tormenta, aprendiendo de lo que otros vivieron, memorizando el sendero. La vida que discurre ante los ojos, no tiene que ser la nuestra. Hay un río que espera por nosotros. Y nadie tiene que decirnos a dónde hay que dirigir nuestros pasos (Drive). Autenticidad, audacia y transgresión sin perder jamás el humor y la ironía (Eh, Andy, ¿Are you having fun?, Man on The Moon).

Los teclados instalan una vez más la nostalgia reiterando la melodía inicial. El corazón se agita, se conmueve. Entrañable momento de epifanía. Verdad, belleza. Es la música de R.E.M. Una banda re-descubierta disco a disco, aunque siempre estuvo allí. Tan cerca y tan lejos de nosotros. Banda talentosa hasta lo entrañable. De los espacios agrestes del rock duro a los predios aparentemente amables de la balada crepuscular, donde convive una rara y fascinante mezcla de belleza con amargura, de exaltación con melancolía.

Y aquí, en Find The River, Mike Stipe, sensible y sutil, nos habla de la finitud del ser humano, del tiempo que corre hacia nuestro encuentro ( The ocean is the river's goal, / A need to leave the water knows /We're closer now than light years to go). Llegar al río, ser el río mismo. Confundirse con él como en el hermoso poema de Javier Heraud. Y viajar entre aromas esenciales (Bergamot and vetiver / Run through my head and fall away) furioso o apacible o silencioso, sintiendo el calor del mediodía, escuchando el canto de los árboles, deleitándose con el viento rumoroso.

Las voces que se elevan, el piano que remarca los versos. The river to the ocean goes. Sí, el río que va al mar. Ese ritual sencillo e inevitable que la naturaleza dispone; el encuentro de nuestras aguas con el mar, para fundirnos en él. La hora en que el poeta silenciará su canto luminoso y ya no verá más sus árboles verdes, su viento cercano, su sol, sus nubes. Pero, ánimo, vendrán otros, ríos pequeños o ríos caudalosos, con sus voces, con su canto. Tal es el devenir de la existencia (All of this is coming your way). Y la voz de Stipe en suspenso, mientras el sonido de los teclados se desvanece en el infinito.
Rogelio Llanos
video de "Find the River"

sábado, noviembre 08, 2008

THE BAND - MUSIC FROM BIG PINK (1968)
A cuarenta años del renacimiento de las raíces musicales norteamericanas
Son pocas las bandas que consiguen asimilar sus influencias musicales, procesarlas, amalgamarlas, dotarlas con su personalidad y producir un estilo propio, que nunca antes se ha escuchado, pero, que al mismo tiempo uno puede reconocer de dónde viene, sus orígenes. Una de esas bandas privilegiadas fue The Band.

A mediados de 1968, en plena época de los hippies, las experimentaciones lisérgicas y la Guerra de Vietnam, ve la luz “Music From Brig Pink”, su enigmática ópera prima, muy bien recibida por la crítica y más tarde por el público. La música sicodélica y las influencias del rock de la primera invasión Británica, fueron tomados por sorpresa ante este sonido nunca antes escuchado, amén de una mezcla sólida de blues, gospel, soul, R&B, country-folk y rock n’ roll, en la que cinco seres individuales confabulaban para crear un sonido colectivo y de buena base, no simples mezclas, sino un híbrido fuerte y contundente.

Son once canciones en las que se reparten las autorías Robbie Robertson (guitarra) y Richard Manuel (piano y voz), con algunas colaboraciones de Rick Danko (bajo y voz) y Bob Dylan (coautor de dos canciones y autor de una). El clásico “The Weight” cantado por Levon Helm (batería y voz) es un ejemplo del buen trabajo en conjunto, tanto en el juego de voces como en la coordinación de los instrumentos. Muchas de las canciones exhiben con premeditación arreglos caóticos y desaliñados, para darle la impronta rural y campesina que buscaban, pero, se muestran muy compactas y completas, y se debe en gran parte al buen trabajo de Garth Hudson (teclados y vientos) cuyo sonido envolvente servía como adhesivo para unir los diferentes retazos sonoros de distintas influencias que se sucedían en el estudio.
La voz herida y sufriente de Manuel es otro punto a favor. Sin ella “Tears of Rage” no sería desgarradora, “Lonesome Suzie”, suplicante; y gracias a su falsete y al apoyo en los coros de Helm y Danko, “I Shall Be Reased” no hubiera llegado a niveles celestiales. Las fuerzas subversivas de “Chest Fever” y “This Wheel’s On Fire” dan el equilibrio a un álbum que desde su concepción fue en contracorriente a su época. Un álbum que tiene la capacidad de influir o subvertir las distintas formas de expresarse de aquel que le presta atención. Eric Clapton y George Harrison fueron dos de sus víctimas más conocidas. A cuarenta años de su lanzamiento, “Music From Big Pink” conserva su espíritu rebelde y rural, y sobre todo, en esta actual década dónde la mayor parte de la música se basa en reciclajes formulistas y efímeros éxitos de baja fidelidad, sigue siendo más contracorriente que nunca.
LUIS MADUEÑO

The Weight

viernes, octubre 17, 2008

Club Ciudad de Buenos Aires (15 de octubre)
STONE TEMPLE PILOTS EN EL PEPSI MUSIC
ELEGANCIA Y GENEROSIDAD
No importaba que fuera día de semana (miércoles), que hubiera fútbol internacional, o que faltaran atractivas bandas teloneras. Los más de veinte mil asistentes solo estábamos por una razón de tres palabras: Stone Temple Pilots.

Weiland, los hermanos De Leo y Eric, vestidos de saco y corbata, muy elegantes, ofrecieron un show de éxitos que corrobora la trascendencia e influencia que los años venideros han confirmado a sus canciones. La mayoría especulaba que las potentes “Down”, “Dead and Bloated” u otra similar servirían como el arranque demoledor al que nos estábamos preparando para saltar y pegarnos con todo.
Se apagan las luces, sale humo, aparecen los cuatro, comienzan unos acordes limpios y disonantes, era la oscura y calmada “Big Empty”, igual el público no podía estar quieto, en los coros la gente erupcionó como volcán, y el magma no paró de emanar hasta la última canción, saliendo de las entrañas de un concierto que recorrió caminos asfaltados como “Lady Picture Show”, “Sour Girl” y “Creep”, o trochas como “Crackerman”, “Sex Type Thing” y “ Down”.

El coro de “Plush” debe haberse escuchado desde Núñez hasta La Boca, y los saltos desbocados con las finales “Dead and Bloated” y “Trippin’ in a Hole in a Paper Heart” remecieron más que los piqueteros. Los Pilots fueron la razón principal por la que asistí al Pepsi Music. Por fin pude verlos sin tener que mirar el póster de mi cuarto o el librito del disco, escucharlos y cantar con ellos. Cumplí otro sueño postergado desde la adolescencia. Una buena razón para seguir celebrando la vida.
HENRY FLORES



Club Ciudad de Buenos Aires, Argentina(11 de octubre)
MÖTLEY CRÜE EN EL PEPSI MUSIC
DILUVIO DE HITS
La noche metal del festival tuvo de todo: tipos con maquillajes y polos de sus bandas favoritas, chicas lindas que exhibían todo su glamur, buenos escenarios, buenas bandas, buena música, y hasta una lluvia torrencial.


Mötley Crüe retrasó su salida debido a la lluvia. A los veinte minutos de cesar las emanaciones de agua, salieron con todo, a retomar su reinado con “Kickstart My Heart”. Todos creímos que el concierto a partir de este momento, consistiría en cantar, saltar y vitorear. Nos equivocamos. Continuaron con “Wild Side”, el público era una fiesta, luego vino “Shout at The Devil”, y el cielo no pudo resistirse a participar de la fiesta. Comenzaron de nuevo los tiempos del arca de Noé y paró muchas horas después de terminada la velada.
Los baldazos de agua incrementaron la diversión. No importaban las medias, los calzoncillos, los pantalones y los polos. Todos mojados como si nos hubiéramos arrojado a una piscina. El carisma y la generosidad de esta banda, que hizo del hard rock y los excesos un estilo de vida, eran suficientes para hacernos danzar como apaches bajo la lluvia. Las pegadizas "Same Ol’ Situation", "Girls, Girls, Girls", o el super hit "Dr. Feelgood” sonaron casi igual a como fueron engendradas; como si Vince Neil, Tommy Lee, Mick Mars y Nikki Sixx aún fueran los jovencitos de hace treinta años. Fue su primer concierto en Argentina, saborearon la pasión del fan gaucho, y les creímos cuando prometieron volver lo antes posible.
HENRY FLORES

jueves, octubre 09, 2008

EN EL COMERCIO
El Comercio, el diario más importante del Perú, en su edición de hoy jueves 9 de octubre, ha publicado una colaboración mía sobre el PEPSI MUSIC 208 que se viene realizando en Buenos Aires, Argentina.

A continuación, el texto publicado:
*
Días de primavera y rock and roll
El festival Pepsi Music que se realiza en Buenos Aires --con sus nueve días dedicados al rock internacional y argentino-- es uno de los eventos musicales más importantes de Sudamérica.

EL CONCIERTO empezó hace más de una hora. De la parte superior del escenario se despliega hacia abajo una pantalla gigante que cubre a los músicos. No se ve ninguna imagen, solo un efecto de estática, como un televisor sin señal. Suena la batería, y en cualquier parte del ecran comienzan a formarse pequeños agujeros negros sincronizados con la voz de Trent Reznor, el alma creativa de la banda Nine Inch Nails.

Así se cerró la cuarta noche (2 de octubre) del Pepsi Music 2008, con un espectáculo engendrado en el "más allá".

Este festival, como cada año, reúne durante dos semanas a varios consagrados del rock anglosajón con los mejores exponentes gauchos. Buenos Aires es una ciudad que, a pesar de sus líos económicos, jamás deja de consumir música. Un artículo publicado en el diario bonaerense "La Primera" da cuenta de que los argentinos gastan en recitales un mayor porcentaje de su sueldo que ingleses, españoles y norteamericanos. Los números de esta actividad lo corroboran: al término de la séptima fecha ya se contabiliza un acumulado de más de 110 mil asistentes, con tickets que varían entre los 60 y 100 pesos por noche.

Los billetes se me escurren mientras recorro los diversos puestos en busca del polo de recuerdo o el disco de oferta. De los platos fuertes rockeros, ya probé la parafernalia de NIN, el jazz-rock de Dave Matthews Band, el desprolijo de BRMC, los filosos riffs de The Cult, la versatilidad de Fito Páez y el carisma de Calamaro. Esta semana me empacharé con Mötley Crüe y los Stone Temple Pilots.

-Che, ¡viste qué zarpado estuvo lo de Nine Inch Nails!
-No te entiendo, chochera, ¿qué significa 'zarpado'?

HENRY FLORES R.

lunes, octubre 06, 2008

Club Ciudad de Buenos Aires, Argentina-5 de octubre de 2008
ANDRÉS CLAMARO en el PEPSI MUSIC


PUDO SER MEJOR
Esto fue lo que dijo la Rock & Pop:

“Por donde se lo mire, el show de Andrés Calamaro esta noche en El Club Ciudad de Buenos Aires fue impecable. La nueva versión del Salmón es más que recomendable. Con el claro objetivo de sólo preocuparse por cantar y pasarla bien, se olvidó de tocar y, en consecuencia, armó una banda muy roquera, con tres filosas guitarras y un sonido demoledor.

En la noche más concurrida, la multitud tuvo todo lo que vino a buscar. De buen humor y con mucha energía, Andrés administró muy bien sus canciones más festejadas. No obstante, arrancó con El Salmón. Automáticamente, por el gran revuelo que se produjo, parte de las instalaciones del Ciudad pasaron a mejor vida. A esa altura, la celebración se volvía ineludible. Mi gin tonic se amplificaba por el sistema se sonido, cuando el cantante iniciaba su primer viaje por las pasarelas. En su regreso a los escenarios nacionales, se dedicó a potenciar su lado frontman, muy atrayente por cierto, para dejar de lado su costado musical. Agitó, saludó y hasta se animó a solicitar un impuestazo para la soja. Así de intratable estuvo Calamaro en esta edición del Pepsi Music. También hubo espacio para algunos gustitos personales. Entonces, con un mate en la mano presentó a su nueva –vieja banda. Como suele ser habitual en estos casos, cada músico hizo su correspondiente solo y la zapada se convirtió en uno de los momentos más lúcidos de la fecha.
Cuando Calamaro rompió la ronda matera, Estadio Azteca y Te quiero Igual retomaron el clima. En esos momentos, las casi 40 mil almas presentes querían seguir bien arriba. Y así fue. Antes del final, una veloz versión de Corte de Huracán sacudió casi por última vez. Tras la falsa despedida, sólo hubo lugar para Sin Documentos, Canal 69 y Paloma. Andrés Calamaro regresó para quedarse. Su renovada actitud dará que hablar. Esta noche, no se guardó nada y derramó su talento sin prejuicios ni ataduras. Explotando su costado más frenético, El Salmón remató un fin de semana singular, sin fisuras organizativas y con cierres de excelente calidad”.

Reseña algo exagerada para mi gusto. El show de Andrés me gustó pero no me impresionó, me quedo con algunos dejá vu con “Flaca” o “Loco”. La versión de “Soy tuyo” es raquítica en comparación con la del disco. Un concierto cumplidor, pero no tan bueno. Definitivamente Calamaro es para escucharlo en tu equipo de sonido, en la tranquilidad de tu casa.

HENRY FLORES

descargar audio

Club Ciudad de Buenos Aires, Argentina-4 de octubre de 2008
THE CULT en el PEPSI MUSIC


EL HARD ROCK QUE NUNCA MUERE


Hablar del show ofrecido por The Cult, es sinónimo de buen vino, mientras más viejo, mucho mejor. Hasta ahora resuenan en mis oídos los riffs gloriosos que un Billy Duffy inspiradísimo le sacaba a su Les Paul, con una naturalidad y pasión que asegura la eternidad del rock n’ roll. Ian Astbury demostró que sus cuerdas vocales aún pueden guerrear como en sus años mozos, más templadas que nunca.

Los quince mil asistentes no pararon nunca de saltar y cantar. Era imposible detenerse, así no conocieras todos los temas de The Cult, los riffs de Duffy te llevaban a su antojo por donde querían. Este cuarteto inglés ha sabido mantener la frescura de sus temas más populares como: "Nirvana", "Lil’ Devil", "Sweet Soul Sister", "Love Removal Machine", "She Sells Sanctuary", “The Witch”, “Fire Woman”…la lista es interminable. Su cuarta vez en Argentina, ya son locales, son ruidosos, son frescos, y sobre todo potentes.

HENRY FLORES

domingo, octubre 05, 2008

Club Ciudad de Buenos Aires, Argentina-3 de octubre de 2008
DAVE MATTHEWS BAND en el PEPSI MUSIC

ROCK, FUNKY, JAZZ Y MUCHO CARISMA



Si bien la noche anterior NIN cerró espectacularmente, la Dave Matthews Band tampoco se iba a quedar atrás. ¡Qué talento de músicos!, impecables, cada uno en lo suyo. El carismático baterista Carter Beauford se despachó a su gusto con varios solos y coqueteos con el nuevo saxofonista (Jeff Coffin) o con el virtuoso Tim Reynolds (en muchos momentos su guitarra sonó estremecedora, flotante, como un viaje al espacio o hacia el fondo del mar). Stefan Lessard dio cátedra de slapping, Boyd Tinsley le sacó notas preciosas a su inseparable violín, y la buena interpretación vocal de Dave Matthews fue fresca y potente. A pesar de estar enojado al principio por un corte de energía eléctrica, Dave volvió a reír y de ahí no paró nunca, dándole la mano al público, pelando los dientes y haciendo muecas.
El comienzo con “So Much To Say” hizo que el Club de Buenos Aires se viniera abajo, la única forma de sobrevivir en medio del publico era saltando más que los que estaban a mi alrededor, igual sucedió con “Ants Marching”. “Satellite” y “You night die trying” sirvieron como homenaje al fallecido Leroi Moor. El mejor cierre de lo que va de este festival fue con una soberbia interpretación del “All Along The Watchtower” de Dylan. No todas las noches se disfruta de un concierto, y a la vez se reciben clases de música.
HENRY FLORES

Club Ciudad de Buenos Aires, Argentina-3 de octubre de 2008
FITO PÁEZ en el PEPSI MUSIC

RETOMANDO EL ROCK N’ ROLL
En sus últimas presentaciones, Fito se mostraba cantando solo con su piano, promocionando su melancólico Rodolfo (2007). Su performance en este festival fue un giro de tres sesenta. Es impagable la emoción poguera y la sorpresa enorme que nos regaló gracias al retorno de sus hits más roqueros y a una banda (The Killer Burritos) superprolija. Desfilaron como bellas modelos en pasarela: “Enloquecer”, la épica “Al lado del camino”, la oda y la rabia de “Buenos Aires”, “Dar es dar”, las saltarinas “Circo Beat” (incluyendo una evocación a Led Zeppelin con “Heartbreaker”), “A rodar mi vida” y el mega hit “Mariposa Tecnicolor”. Una nueva versión de “11 y 6” puso el toque mágico y romántico. El apoyo de la bella Emme en los coros sirvió para remozar aún más estas composiciones que no son solo clásicos del rock argentino.El momento más efervescente se dio cuando Páez invita a Fer Ruiz Díaz de Catupecu Machu para darle mayor rabia y potencia a “Ciudad de pobres corazones”. Ambos con sus guitarras Gibson y repartiéndose los versos, inocularon a diestra y siniestra un torrente de distorsiones que sacudió todo Nuñez. No sé si en Lima (se presenta este 10 de octubre) hará el mismo show, lo que sí puedo afirmar es que Fito sabe macerarse muy bien con los años. Apenas llegue el lunes corro hacia un Musimundo para comprar su último disco en vivo.
HENRY FLORES
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sábado, octubre 04, 2008

Club Ciudad de Buenos Aires, Argentina-2 de octubre de 2008
NINE INCH NAILS en el PEPSI MUSIC 2008

UN HALO POTENTE, ALUCINANTE Y ESTREMECEDOR

Luego de presenciar este show único en su especie, quedé sin palabras, y sigo sin ellas. Ni recurriendo a un diccionario puedo encontrar los adjetivos, sustantivos y verbos que necesito para describir lo que vi, lo que degusté, lo que me impresionó.

No solo hubo potencia roquera (“March of the pigs”, “Closer”), electrónica demencial (“The Warning”), calma absoluta (“zero-sum piano outro”) o efectos cinematográficamente futuristas (“The Vessel”). También, hubo, ¡Oh Dios mío!, encuentros con “otros mundos”, porque nadie podrá refutarme que lo que se vio en “Only” pertenece a otra dimensión: una pantalla gigante delante de los músicos, vista como un televisor que no capta señal, en estática, donde se forman agujeros negros cada vez que Trent Reznor (genio abosulto) canta, dejándose ver detrás de esa difusa manta. Nadie, absolutamente nadie, fue indiferente a esta demostración de poder sobrenatural.

Alberto Fuguet en su blog da algunas razones para ver un concierto de NIN. Después de haberlos visto aquí en Buenos Aires, durante dos horas, con el riesgo de una fisura en una de mis costillas, me permito agregar una razón más: VALE LA PENA VER A NINE INCH NAILS PORQUE PUEDES VIAJAR AL MÁS ALLÁ Y VIVIR PARA CONTARLO.
HENRY FLORES

*descarga el concierto

"the vessel"-Pepsi Music 2008:


"only"-Pepsi Music 2008:


Club Ciudad de Buenos Aires, Argentina-2 de octubre de 2008
BLACK REBEL MOTORCYCLE CLUB en el PEPSI MUSIC 2008

ROCANROLERO Y LISÉRGICO

Los Black Rebel Motorcycle Club inauguraron las noches internacionales del PEPSI MUSIC con una pequeña, pero potente, pirotecnia sónica. Robert Turner y Peter Hayes, intercambiando vocales, guitarras y bajos, se pasearon en el escenario como en su casa, por algo esta es la tercera vez que tocan, en solo un año, en estas tierras bonaerenses.

Sintiéndose locales, supieron poner el pie fuerte desde el arranque con una trilogía goleadora: "666 Conducer", "Stop" y "Berlin". Los que estuvimos allí, no nos quedó más remedio que dejarnos golear con cada ráfaga salida de esas cuerdas. La nueva baterista, Leah (The Raveonettes), le dio muy bien a los parches; desde los primeros tarolazos mandó al olvido al desaforado Nick Jago. “Took Out a Loan”, de su último disco Baby 81, sonó tan brutalmente garajero que hizo que nuestros cuellos se volvieran más flexibles que el de un avestruz.

El final fue una oda al desenfado musical y a la interacción con la gente: Turner lanzado sobre el público, sin despegarse jamás de su bajo, sin parar de tocar las notas de “Whatever happened to my rock n’ roll”, desvaneciéndose entre humos rojos. ¡Vuelvan cuando quieran muchachos!
HENRY FLORES
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"Took out a loan"-Pepsi Music 2008

jueves, octubre 02, 2008

PEPSI MUSIC 2008


Por fin hoy comienzan las noches internacionales del PEPSI MUSIC 08 que se realiza en Buenos Aires (Argentina). La emoción se hace más grande con las horas cercanas a cada show. Serán seis días de pura música y pasión. A través de este blog los mantendré informado de TODO y si es que se puede subiré los audios respectivos.

A continuación la lista de las más importantes bandas que veré:
Jueves 2 de octubre:
Black Rebel Motorcycle Club
Nine Inch Nails
Viernes 3 de octubre:
Fito Páez
Dave Matthews Band
Sábado 4 de octubre:
The Cult
Ratones Paranoicos
Las Pelotas
Domingo 5 de octubre:
Andrés Calamaro
Loquillo
Aunténticos Decadentes

Sábado 11 de octubre:
Motlëy Crüe
Rata Blanca
Miércoles 15 de octubre:
Stone temple Pilots

domingo, setiembre 28, 2008


SERA CAHOONE
Only as the Day Is Long

En esta segunda entrega, Cahoone extirpa el western del country que nos endulzó su álbum debut. Su folk aún se mantiene melancólico y reflexivo. Teniendo al invierno boreal como aliado perfecto para crear este tipo de atmósferas musicales, no nos sorprenden los buenos resultados. Canciones como “You Might As Well” la definen como la heredera de Emmylou Harris, además, su delicado rasgueo acústico es capaz de conmovernos (“Baker Laker”) o engreírnos (“Trying”). Una de las canciones soñadas es “Runnin’ Your Way”: la mandolina se solidariza con el violín y la slide guitar a mitad del tema, para protagonizar juntos uno de los mejores y más deliciosos arreglos de este disco. Una joyita del noroeste gringo.
HENRY FLORES


THE GUTTER TWINS
Saturnalia

Cada vez que Mark Lanegan protagoniza un nuevo acto en solitario o acompañado (después de Screaming Trees), la expectativa es poca. De antemano ya sabemos, con certeza, que algunas de sus nuevas canciones, o quizás todas, serán oscuras. El compositor y cantante Greg Dulli, su nuevo compañero de aventuras, toma esa huella conocida y predecible de Lanegan, la arrastra y le agrega lo etéreo o fantasmal (“God’s Children”), lo angustiante (“Circle The Fringes”) y en algunos casos lo terrorífico (“Idle Hands”). Pero, ¿a qué precio? Pues, el de ser solo un virtuoso instrumento al servicio de Saturnalia. La personalidad del disco, sin lugar a dudas, es la de Mark.
PAUL EDUARDO R.

FLIGHT OF THE CONCHORDS
Flight of the Conchords

Este dúo de cómicos neozelandeses, cuyo programa en HBO es todo un éxito, ha sabido mostrarse como un grupo musical digno de ser tomado en cuenta. En este debut encontramos canciones de soul, soft rock, pop electrónico, funky, hip hop y hasta bossa nova. Un disco lleno de parodias y payasadas, con canciones que funcionan, que no se apoyan en el recurso fácil de las bromas, porque independientemente de sus letras e histrionismos, tienen melodías convincentes y bien construidas. Perlitas como “Think About It” o “Ladies of The World” le deben mucho a Marving Gaye y Bee Gees. “Robots” tiene un “solo de guitarra” de antología, hecho con una voz robótica que repite “unos y ceros” compulsivamente. Muy recomendable contra el estrés.
HENRY FLORES
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THE INDELICATES
American Demo

Estos ingleses han hecho un disco atractivo de pop rock, fácil de taradear, con algunas partecitas musicales deliciosas apenas imperceptibles si uno no se coloca los audífonos. Un intro de música clásica (“New Art for the People”) que sirve como preludio a unos riffs graves y rítmicos, con toques de teclados, y una voz urgente, nos dice que buscan variedad. Aunque cientos de bandas hacen lo mismo, su verdadera ventaja estriba en la conjunción de las voces de Julia Clark-Lowes (ex The Pipettes) y Simon Clayton. “Last Significant Statement” o “Julia, We don`t live in The 60’s” son claves para entender el proceso creativo de este dúo que hace canciones cuyos núcleos son chicles melódicos. Si un tema desde su esbozo no pega, no se adhiere al oído, simplemente se desecha.
PAUL EDUARDO R.

viernes, setiembre 26, 2008

THE RACONTEURS
Consolers of the Lonely


En el rock ya no hay nada nuevo. De todas maneras, es grato escuchar a bandas que evolucionan, que se muestran más seguras y cohesionadas en cada aventura que se embarcan. En el caso de The Raconteurs, hay motivos de sobra para festejar. Su debut Broken Boy Soldiers (2006), con excepción de un par de temas, adolecía de una falta de nervios y pasión. Aquí, saldan con creces todo lo pendiente, todo lo que se esperaba de ellos. Los nervios, en los riffs acelerados, cortantes y caóticos de canciones urgentes como el single “Salute Your Solution”, “Five On The Five” o la desbocada “Hold Up”, que tienen la marca registrada del Icky Thump (última aventura del guitarrista Jack White al frente de The White Stripes). La pasión, en los parajes bluseros, añejos, a veces barrocos, de temas como “Carolina Drama” y “Top Yourself”. Ya no tienen que convencer a nadie, misión cumplida.

Pero ahí no queda la cosa, y ese el gran mérito de este álbum: ir más allá de toda expectativa. Lo mejor, lo que sorprende, es lo que no tiene mucho que ver con el conocido sonido Stripe, y en esto, juega un papel clave el guitarrista y cantante Brendan Benson, el otro líder. Sus canciones son, al menos en las que más canta, sabrosas mezclas azeotrópicas con ingredientes de The Band, The Byrds, Led Zeppeling y The Beatles. “You Don’t Understand Me” y su piano protagonista, a medio tempo, se ve enormemente favorecida con sus voces sacadas del Abbey Road. En “Old Enough”, la guitarra acústica sirve de preludio a un violín maestro que transforma la canción en un aperitivo country rock con teclados funky. La sección rítmica conformada por el baterista Keeler y el bajista Lawrence, tiene su canto de cisne en la cadenciosa “The Switch and The Spur”, el riff principal lo aporta el bajo. Y para redondear el asunto, la reflexiva “Many Shades of Black” tiene el mejor solo de guitarra: apasionado y suplicante como un novio rechazado. Lección aprendida: cuando las cosas se hacen con discreción y sin muchas especulaciones, los buenos resultados caen por su propio peso.
HENRY FLORES

miércoles, setiembre 17, 2008

G3

Un Nuevo Enemigo
Mundano Records

Corría marzo de 1987 y en los estudios de Gerald Paz temblaba el piso. Un power trío llamado G3 remecía el lugar a punta de baquetazos y riffs acelerados. Grababan Un Nuevo Enemigo, su primer demo. Placa que contribuyó en afianzar la presencia del hardcore punk en la juventud peruana; y de paso les tapó la boca a algunos roqueros subterráneos que los calificaban peyorativamente como “pitu punks” por sus procedencias de clase media alta. Veinte años después tenemos la suerte de contar con una nueva edición remasterizada que respeta las mezclas originales, tanto en CD como en vinilo (¡zarpado!). Misiles como “Antisocial” o “Utilizado”, al margen del sonido poco profesional, todavía machacan como taladros. Redescubriendo a “Traicionado”, el mejor tema, identificamos el derrotero que siguió esta banda en su evolución con los años, a nivel instrumental y vocal, hasta los penosos días de su separación. G3 supo mantener el espíritu inconformista y pujante de esta maqueta hasta el final de su discografía. Por méritos propios son considerados todo un clásico del rock peruano y un referente del punk sudaca.
HENRY FLORES

jueves, setiembre 11, 2008

WHITESNAKE
Good to Be Bad

Terminó la sequía de diez años. El viejo Coverdale con su “nueva banda” desde hace un lustro, por fin tuvieron su verdadera prueba de fuego en los estudios. David en la voz todavía se da mañana para sonar decente y potente. Gran aporte el de Doug Aldrich, talentoso guitarrista que comparte la coautoría con el cantante. El resultado, un álbum equilibrado entre su orgulloso hard rock blusero (“Can You Here the Wind Blow”, “Call On Me”) y el heavy metal (“Best Years”). Lástima que no se olvidaron de incluir la típica balada popera en plan metal (“All I Want All I Need”), puesta de moda en los ochentas por varias peluconas con testosteronas. Un retorno decente.
HENRY FLORES



WHAT MADE MILWAUKEE FAMOUS
What Doesn’t Kill Us

Si pensaste que su admirado debut, Trying to Never Catch Up (2006), era insuperable, no te equivocaste. ¿Pero imaginaste que el siguiente estaría al mismo nivel? Este quinteto de Texas todavía conserva la fórmula correcta para revisar y renovar el pop rock, seccionándolo y transformándolo en canciones sólidas, adhesivas y entrañables. Por ejemplo en “Blood, Sweat and Fears”, los power chords lentos e incandescentes le dan carne a su esqueleto pop. Un tema como “Sultan” puede ser escuchado decenas de veces sin empalagar; además, la perfecta “For The Birds” debe ser la envidia de muchas banditas indie. Y si todavía crees en el mito trillado del “difícil segundo álbum”, sentirás esto como una patada en el trasero, ¡despierta menso!
NOEL MIRÓ QUESADA

domingo, setiembre 07, 2008

COUNTING CROWS
Saturday Nights & Sunday Mornings

Estamos ante una grabación anfótera, fluctuante entre el rock y el country-folk. En la primera parte, Saturdays Nights, roquea con vehemencia interpretativa (“1492”), creando un ambiente de fiesta nocturna; aunque líneas melódicas más reposadas y definidas tipo “Los Angeles” o “Sundays” siempre han sido el fuerte de este sexteto. Con la acústica “Washington Square” comienza la segunda parte, la que corresponde al día domingo, al del reposo y reflexión, pero también de nostalgias y angustias. Incluyen inquietantes arreglos folclóricos de armónica, mandolina y piano, como en la indeleble “When I Dream of Michelangelo” o la suplicante “On a Tuesday in Amsterdam Long Ago” (desteñida con algunas exageraciones vocales). Al final retoman el rock con “Come Around”, cerrando el circuito, listo para ser recorrido otra vez.
HENRY FLORES

THE BLACK KEYS
Attack and Release

Ya están por el quinto álbum y las buenas ideas no se les agotan a este minimalista dúo de guitarra (Dan Auerbach) y batería (Patrick Carney). Su garage-blues rock, reconocido y admirado, se expande hasta rozar, penetrar y robar retazos de las membranas del folk (“Remeber When”), la sicodelia (“Psyhcotic Girl”), el soul (“Oceans & Dreams”) o el Rythm & Blues, estos dos últimos producto de su asociación con el malogrado Ike Turner. Continuando su propia tradición, canciones brutalmente bluseras como “I Got Mine” o “Strange Times” tienen esa belleza primitiva, cruda y de baja fidelidad, que hacen que por instinto quieras formar una banda de rock. El minimalismo sigue vigente.
LUIS MADUEÑO

miércoles, setiembre 03, 2008

La Ciudad y los Perros (1962)
Mario Vargas Llosa

Descripción
“La Ciudad y los Perros” es la primera novela que publicó el genial escritor peruano Mario Vargas Llosa. Retrata con fluidez y convincente crudeza la vida de los cadetes estudiantes del colegio militar Leoncio Prado. Sus vivencias, los maltratos que sufren y que cometen, sus vicios, sus aberraciones, sus peleas, su compañerismo, etc. Además, muestra como una malentendida educación con disciplina militar traducida en la subordinación absurda -los de quinto y cuarto grado tienen "derecho" de hacer lo que quieren con los de tercero(los perros)- y el machismo exagerado, pueden afectar de distintas maneras a los adolescentes: unos serán abusivos y malditos, otros cobardes, sumisos y temerosos; y otros egoístas e indiferentes al dolor ajeno.

Los personajes principales son el Jaguar (el líder y el más abusivo de todos, y posible asesino del Esclavo), el Esclavo (muchacho de carácter débil, todos abusan de él) y el poeta (álter ego del escritor, muchacho que se gana los cigarrillos escribiendo novelas eróticas para sus compañeros, único amigo del Esclavo). La trama principal sigue la siguiente línea: comienza con el robo de un examen - el descubrimiento del culpable - el asesinato del soplón- la denuncia del “asesino”. También encontramos las pequeñas historias de los protagonistas antes de ingresar al colegio militar, lo que los motivó a ser cadetes. Teresa es el único personaje, fuera del colegio, que tiene importancia; al final se sabrá que ella está relacionada con los tres personajes principales.

Primeras Impresiones
Novela impactante, por ratos cruda, amena, emocionante (notable la competencia de jalar la soga entre los de cuarto y quinto), instructiva. Sorprende la fluidez narrativa y el trabajo arquitectónico en la construcción del lenguaje de un debutante Vargas Llosa. Con elementos de la realidad recrea una nueva. Uno llega a creer que TODO lo descrito en aquel colegio en verdad ha ocurrido. La vida pre cadete del Esclavo da pena y lástima. Su temor y rechazo hacia su padre y la aceptación de ir a ese colegio solo por alejarse de él, conmueve, y nos invita a la reflexión sobre nuestras relaciones familiares.

Después de leerla mi rechazo a los militares se ha incrementado aún más. Es inevitable desear que ningún familiar o conocido nuestro estudie en un colegio similar, porque no quisiéramos que lo maltraten, tampoco que aprenda a obedecer sin criterio, como autómatas, poniendo en riesgo su integridad física y moral, y la de los demás.
HENRY FLORES

escenas de la adpatación cinematográfica de esta novela:

miércoles, agosto 20, 2008

A propósito de "Shine a Light"
MARTIN SCORSESE, THE ROLLING STONES Y EL CINE


Escribe: Rogelio Llanos Q.


I. Una gran expectativa y un gran deseo

No podemos negar que teníamos mucha curiosidad por ver la última película de Martin Scorsese, y que esta curiosidad se sustentaba en el recuerdo de ese hito instalado por el neoyorquino allá en 1978 cuando en complicidad genial con Robbie Robertson legó a la posteridad esa obra maestra que fue El Último Rock (The Last Waltz, 1978). ¿Habría superado ese listón tan alto ahora en compañía de Jagger y sus secuaces? Los periódicos y el Internet nos traían noticias bastante buenas sobre Shine a Light, pero el entusiasmo nunca llegaba a desbordarse. Es más, leímos una nota en la que se reconocía abiertamente que la inspiración de Scorsese no había estado a la altura de cuando filmó el concierto de despedida de The Band.

Tales notas contribuyeron a incrementar nuestras expectativas, pues en honor a la verdad cuando se estrenó El Último Rock, las notas fueron muy escuetas e incluso algunas críticas –como las de la revista Cinemateca Uruguaya- no fueron tan halagüeñas, llegando a decir, incluso, que había demasiada música en el film. A pesar de ello, nuestro entusiasmo, luego de ver la película, fue tal que acudimos a ver la cinta muchas veces –ya perdimos la cuenta- en el viejo Cine Country y en las funciones de cine club en las que fue programada por los amigos de Hablemos de Cine, quienes, además, en su momento, y posteriormente, llegaron a escribir los textos más hermosos sobre ella. Gracias Fico, gracias Ricardo.

Pero, de otro lado, nuestra curiosidad iba a la par de el gran deseo de saber que Marty había agregado a su valiosa filmografía otra película notable. Marty es del tipo de cineastas que nos cae bien no sólo por su talento que se traduce en filmes inteligentes y bellos, sino por su declarada pasión por el cine que se manifiesta en sus múltiples actividades vinculadas a la conservación del legado fílmico de los grandes y pequeños maestros de las imágenes. Y últimamente, hasta antes de No Direction Home (2005), ese invalorable documento fílmico sobre Bob Dylan, al buen Marty no le había ido bien en sus últimas aventuras tras la cámara. Incluso Los Infiltrados (The Departed, 2006), a pesar del Oscar y de algunos buenos tramos, el cineasta no llegaba a las cotas alcanzadas en sus mejores momentos. Nuestro deseo ahora, era verlo triunfar una vez más.

Pues bien, no retrasaremos más nuestro juicio sobre Shine a Light y diremos con alegría desbordante que nuestras expectativas no han sido defraudadas. Hemos visto la película dos veces con motivo de su estreno en el Festival de Cine de Lima y la volveremos a ver durante su estreno comercial que se anuncia para la siguiente semana. Creemos que eso dice mucho de lo que la película nos ha impactado. Que si es mejor o no que El Último Rock no tiene mucha importancia ahora y, en todo caso, el lector de esta nota lo descubrirá a lo largo de estas líneas. Y es que el atractivo de la cinta radica, como fuera en el caso de El Último Rock, en la confluencia de un cineasta sensible y apasionado y una banda de rock que para muchos es la más grande de todos los tiempos.

II. El cineasta

Estamos de acuerdo con la mayoría de críticos en que los resultados obtenidos en los últimos films de Martin Scorsese - Pandillas de New York (Gangs of New York, 2002), El Aviador (The Aviator, 2004) o Los Infiltrados, – no están a la altura de lo que hizo en el período que va entre los setenta y mediados de los noventa. Cierto. Pero, tampoco llegan a la infamia. Vamos. No han faltado quienes han levantado el dedo acusador para decir que Marty estaba en plena decadencia, olvidando que el talento demostrado en Calles peligrosas (Mean Streets, 1973), Taxi Driver (1976) , Toro Salvaje (Raging Bull, 1980) o El Último Rock no ha sido comprado, que puede ocultarse por un tiempo, quizás, pero que en los cineastas de estirpe –y Scorsese lo es- puede aflorar en cualquier momento. Y, además, Marty con lo realizado, hace rato que ya figura en lugar preferencial en la historia del cine. Ciertamente, una crisis creativa ha estado afectando al gran Marty, que le impidió encontrar la inspiración necesaria para reeditar aquellos esfuerzos que lo condujeron de manera admirable a la creación de universos inolvidables y excesivos en los cuales sus personajes oscilaban entra el humor y la anarquía, la contención y la violencia.

Recordemos que para Scorsese, cada film suponía la inmersión en una espiral descendente hacia el infierno mismo, travesía necesaria para alcanzar luego la redención. Travis – De Niro (Taxi Driver), La Motta-De Niro (Toro Salvaje), The Band (El Último Rock), Paul Hackett-Griffin Dunne (Después de Hora, After hours, 1985), Henry Hill-Ray Liotta (Buenos Muchachos, Goodfellas, 1990) o el mismo Cristo en La Última Tentación de Cristo (Last Temptation of Christ, 1988), son los paradigmas de este duro itinerario vital que nos es mostrado sin complacencia alguna, pero sin que esté ausente en la mirada del director ese gesto de comprensión y espontaneidad frente a sus atribulados personajes.

A partir de estos filmes, Scorsese tendió un puente bastante sólido con el espectador. Su cine, con momentos de extrema violencia en el que los colores rojos llegaron a ser su distintivo, alcanza inevitablemente una belleza que nos envuelve, que nos fascina porque podemos atisbar a través de esas imágenes, el corazón sensible y generoso de un director comprometido hasta la médula con su universo, enamorado –como Truffaut- de sus actores, actrices y personajes y nos impulsa a conocer más de aquel hombre que ama a New York, que le encanta el rock y que, por sobre todas las cosas, ama al cine.
III. La música y el cineasta

Mick Jagger y Martin Scorsese son contemporáneos. Por tanto, Scorsese creció a la par que el rock, admirando no solo a los Rolling Stones, Bob Dylan y The Band sino, desarrollando, además, un conocimiento y un cariño especial por la música en general. No olvidemos la ascendencia italiana de Scorsese, en la cual hay una rica tradición musical a la cual el cineasta se ha rendido inevitablemente.

Por ello, cuando tras la crisis proveniente de los primeros fracasos en el cine - Who’s That Knocking at my Door (1967) con sus referencias a la Nueva Ola francesa resultó desconcertante para la época)- fue convocado por Michael Wadleigh para conformar el equipo de filmación de Woodstock (1970), aceptó de inmediato. El reto fue tremendo: darle un cierto orden a las 81 horas de grabación del fenomenal concierto. El resultado ya lo conocemos: un retrato de la generación de los sesenta visto a través de intérpretes y bandas que se prodigaron en el escenario durante tres días en los que, efectivamente, hubo mucha música, mucho amor y no siempre paz. El pulso Scorsesiano es posible tomarlo en el segmento dedicado a Sly and the Family Stone.
Pero ese gusto por la música pronto se manifestaría en sus propios filmes trabajando sobre la banda sonora. Nunca olvidaremos ese momento de Calles Peligrosas en que Johnny Boy, la primera aparición de De Niro en un film de Scorsese, entra en ‘ralenti’ al bar que administra Tony, el otro protagonista del film. El Jumping Jack Flash de los Stones suena grandioso, pero también inquietante, define al personaje y crea una atmósfera especial. La música en Calles Peligrosas cumple una función vital, pero también es el reflejo de aquel viejo recuerdo de su Little Italy al compás de aquellos acordes que sonaban por sus calles. Este film, impregnado de la violencia vista o vivida, es sazonado con esa música italiana que servía de fondo a los turbios negocios de los pequeños o grandes mafiosos que poblaban el lugar, pero también el rock servía de marco a la dura aventura cotidiana de la supervivencia en ese pequeño mundo de los ítaloneoyorquinos. Be my Baby, Tell me, Jumping Jack Flash o Please, Mr. Postman sonaban en momentos claves de un film que ya anunciaba al Scorsese apasionado que pronto nos sería familiar.

New York, New York (1977), según cuenta Scorsese, fue el homenaje a la música de su padre. La narración de Francine Evans (Liza Minnelli) y Jimmy Doyle (Robert De Niro), ella cantante y él saxofonista, es en verdad una historia de una relación musical y de los encuentros y desencuentros sentimentales de una pareja. Es también una historia de ascenso y caída, de amores apasionados y de celos inevitables. Conflictos personales que revelan un contexto signado también por la aparición de nuevas corrientes musicales que con Charlie Parker a la cabeza pondría en solfa a las grandes bandas que predominaron hasta el fin de la segunda guerra mundial. Inolvidable Liza Minnelli en la interpretación de But the World Goes Round de claras resonancias cinéfilas (por el recuerdo de Judy Garland), pero también potentísima en sus connotaciones y alusiones a la historia misma que el film relata.

El Último Rock, en cambio, es la música de su generación. Es su música. Que, además, significó para el Marty deprimido por la mala acogida del público de su New York New York, la posibilidad de encontrar una salida a su crisis emocional y afectiva. El Último Rock se planteó inicialmente como la filmación del concierto de despedida de The Band, pero terminó convirtiéndose en un testimonio valioso y entrañable de la música de una generación, siendo, además, una melancólica reflexión sobre el paso ineluctable del tiempo. El film fue estructurado como para privilegiar la presencia del grupo y sus invitados en el escenario, teniendo como complemento algunas tomas en estudios y otras dedicadas a entrevistar a los miembros de la banda. El film resultó sabiamente equilibrado y la calidez de la mirada se deslizó por cada plano que fue preparado con antelación y en estrecha colaboración con el líder de The Band, Robbie Robertson. Para nosotros resulta muy difícil establecer qué momento es el mejor en este film que, tras cada visión, resulta muy rico en hallazgos y nos motiva a amarlo cada vez más. El encuentro con Robbie Robertson llevó al buen Marty al disfrute de una nueva y feliz colaboración con el guitarrita de The Band: la banda sonora de El Color del Dinero (Color of the Money, 1986), suerte de continuación de El Audaz (The Hustler, 1961, Robert Rossen). Una historia de aprendizaje, de farsas y engaños y una visión penetrante de los comportamientos humanos en ese universo competitivo e implacable de los jugadores de billar. Robertson seleccionó para el film una música exquisita que iba desde el Va! Pensiero de Verdi hasta el It’s in The Way That You Use It de Eric Clapton.

Buenos Muchachos y Casino (1995) también contienen una gran banda sonora en la que se mezclan ritmos y géneros musicales, no en mezcla caprichosa o al azar, sino como producto de experiencias vividas o con el ánimo de recrear atmósferas o apuntalar historias. En éstas, como en otras películas del neoyorquino, los temas de The Rolling Stones están presentes: Monkey Man, Gimme Shelter, Memo from Turner, en Buenos Muchachos y Long Long While, (I Can’t get no) Satisfaction, Heart of Stone, Sweet Virginia, Can’t you Hear me Knocking? y Gimme Shelter, en Casino.
No Direction Home, el soberbio documental de Scorsese sobre el Dylan de los sesenta, no hizo sino ratificar la estrecha relación del cineasta con el mundo de la música y sus protagonistas. Algo más para concluir esta sección: Scorsese es quien mejor ha filmado a Dylan en el escenario, es el único que ha accedido con inspiración al mundo de The Band, dando el mejor testimonio de la amplia paleta musical norteamericana , y es el que mejor ha hurgado en los predios íntimos de un artista contemporáneo y difícil como es Bob Dylan.

¿Podría haber un mejor director para Shine a Light?

IV. The Rolling Stones en el Cine

Conservo un vago recuerdo de Gimme Shelter (1970), aquella película que intentó dar cuenta del tour de 1969 de los Stones, pero que alcanzó una mayor notoriedad porque capturó de manera oportuna los sucesos ocurridos en Altamont: el asesinato de uno de los concurrentes al concierto a manos de uno de los Hell’s Angels, contratado como guardaespaldas del grupo musical. El film, realizado por Albert y David Maysles, conserva, pues, su interés básicamente por el registro de los luctuosos sucesos, más que por la presentación de la banda misma.
Sympathy for the Devil (1968) es ya otra cosa. Se trata de un film realizado por Jean-Luc Godard, el más subversivo de los cineastas de la Nueva Ola francesa, y también, quizás, el menos accesible. Sympathy…es un film en el que podemos ver en secuencias alternadas, a los Rolling Stones en pleno proceso creativo del tema que da título al film, a los Panteras Negras que, con las armas en la mano, parecieran estar en disposición de entrar en combate, a una librería en donde es posible adquirir comics o panfletos marxistas y donde, irónicamente, se ejecuta el saludo nazi. Godard hace en este film ensayo un repaso por todos aquellos tópicos que le preocupaban en ese momento y que la canción, -el diablo ante la obra maldita de un mundo en disolución- aludía de una u otra manera. Para Godard, los Stones y su rebeldía iban a tono con los agitados tiempos en el que se movían.
Let´s Spend the Night Together (1983) es una nueva incursión de los Stones en el cine, gracias al empeño –no siempre logrado- de un cineasta cuya valía quedó demostrada en filmes como El último Deber (The Last Detail, 1973) o Esta Tierra es mi Tierra (Bound for Glory, 1976), film este último dedicado a recrear la vida del cantante folk Woody Guthrie. Nos referimos al eficiente Hal Ashby, que intentó recuperar para la posteridad a los Stones en el escenario durante su tour por América en 1981. Un momento logrado: Let it bleed, donde las cámaras de Ashby se esmeraron y obtuvieron unas formidables imágenes de conjunto con un Jagger, guitarra en mano, inspirado. Y lástima, el Time Is On My Side iba por buen camino, pero súbitamente, Ashby, lo echa a perder al intercalar imágenes de archivo de los Stones y del contexto violento en el que surgieron rompiendo la estructura y quedando el documento como una isla en medio de todo el film. De todas maneras, Let’s Spend… llega a ser un documental rescatable que muestra al fenómeno Stones en su medio: el espectáculo, las multitudes.

V. Shine a Light, Scorsese y los Stones

No es pues la primera vez que los Stones enfrentan las cámaras cinematográficas con el declarado propósito de hacer un film sobre su quehacer musical. Sí es, en cambio, la primera vez que aceptan confinarse en un lugar relativamente pequeño con el declarado propósito de ser captados de cerca por las casi veinte cámaras en el momento de su transformación en hombres del espectáculo. Porque eso es Shine a Light a final de cuentas: la captura del artista en ese momento único e irrepetible que se da en el escenario, cuando está solo con su arte, entregado a su oficio, concentrado en dar todo de sí, cuando ha llegado la hora de fascinar a su público con aquella creatura que ha forjado tras duras horas de ensayo y esfuerzo, mientras, como dice Cortázar, la música se pasea por la piel y se incorpora a la sangre y a la respiración.
Si bien Shine a Light se inicia como el documental de un director que pasa una serie de apremios para poder captar al objeto de su arte, luego, ese objeto se apodera del espacio y reclama su contemplación. Scorsese bien lo sabe. No hay trampa alguna en ello. Pero quiere darnos su testimonio, antes de que la primera canción haga burbujear la sangre de los espectadores dentro del Beacon Theatre de New York como de aquellos que verán las imágenes de su película allí donde sea estrenada.

No es fácil dominar al animal salvaje que rugirá en el escenario. No es nada sencillo preparar el auditorio y hacer que el animal siga las pautas de un guión preparado al detalle, con la pulcritud y la sapiencia de un Scorsese al borde de perder la paciencia. Todos sus esquemas son rechazados, todas sus posibilidades se verán alteradas ante la anarquía y el capricho de un Jagger consciente de que las cámaras y los cineastas deben estar a su servicio y no al revés. Y Jagger juega con su presa, la mantiene en tensión, le complica el trabajo, le niega la posibilidad de estructurar a plenitud la puesta en escena, precisamente a un cineasta que se caracteriza por planificar con el máximo detalle las escenas que va a filmar. Como hizo con Robbie Robertson y que dio como fruto las más bellas imágenes que se hayan filmado en un concierto de rock. Sin duda, todo un reto para el buen Marty, que estuvo a la altura del desafío y nos entregó un testimonio inolvidable de esta banda mítica.
Sabemos la estrecha relación de Scorsese con la música y sus intérpretes desde los momentos inaugurales de su carrera cinematográfica. Luego de su notable No Direction Home, y su declarado interés en seguir por la senda del documental musical, no era muy difícil hacer conjeturas acerca de quién podría ser el protagonista de su próximo film. The Rolling Stones siempre estuvieron presentes en sus películas; era, por tanto, explicable que intentara perennizarlos en imágenes, no a la manera de un Dylan, por ahora más expresivo, más abierto y más dispuesto a dar luces respecto a un pasado en el que la ficción y la realidad se han confundido a plenitud, pero sí a través del quehacer de su arte en el momento mismo de su ejecución.

Sin posibilidad alguna de planificar tal o cual escena o secuencia, a Scorsese no le quedó otra alternativa que sembrar de cámaras el pequeño recinto a fin de poder tener la oportunidad de ingresar a la entraña del monstruo. Para ello contó, una vez más, con Robert Richardson en la dirección de fotografía (antes trabajó con él en El Aviador, Vidas al Límite (Bringing Out the Dead, 1999) y en Casino; pero, además, Richardson fue el responsable de la imagen en los dos Kill Bill de Tarantino) y a cargo de todo un selecto grupo de camarógrafos, que cumplieron una labor excepcional, y de los cuales pudimos reconocer en los créditos a los siguientes: Robert Elswitt (Petróleo Sangriento, Michael Clayton, Buenas Noches Buena Suerte, Magnolia), Ellen Kuras (Lou Reed’s Berlin), Andrew Lesnie (El Señor de los Anillos), Emmanuel Lubezki (El Nuevo Mundo), Declan Quinn (director del extraordinario vídeo Magic & Loss de Lou Reed) y John Toll (Casi Famosos, La Delgada Línea Roja, Corazón Valiente). Sin duda, uno de los grandes lujos de esta película fue contar con estos maestros de la fotografía que siguen los pasos de los inolvidables Michael Chapman, Laszlo Kovacs, Vilmos Zsigmond, David Myers, Bobby Byrne, Michael Watkins e Hiro Narita (1), y cuyos resultados, en términos de imagen, han sido, indudablemente, brillantes.

No le fue, pues, mal a Marty. Y nos imaginamos que, con tan grata compañía, en el reducidísimo tiempo entre la recepción del set list y los primeros acordes del Jumpin’ Jack Flash, las decisiones de qué planos tomar en este arranque del concierto no fueron difíciles. Presumía que iban a comenzar con un tema potente, y eso ya lo había discutido con sus técnicos. Intuía que Jagger se inclinaría por un directo al corazón y Jumpin’…lo era, sin duda. Se produce la descarga de la banda y Scorsese nos sorprende con un montaje nervioso que transmite fielmente el ritmo de la música, que nos contagia su fascinación por los movimientos de un Jagger dispuesto a no dar tregua, que nos hace saber su encanto por esta longeva banda que hace lo suyo con maestría desde la primera nota.

No, la de Scorsese no es una visión neutra que registra desde fuera lo que sucede en el escenario. Por el contrario, es la visión de un cineasta que, con total conocimiento de la música que está sonando ha decidido jugárselas metiéndose en el escenario, conviviendo con los artistas, y disfrutando de aquellos momentos inspirados: la maravillosa sección de vientos en All Down the Line; la interpretación sensible de Jagger de As Tears Goes By y el recuerdo de su primera canción; la conexión del público con los músicos en Brown Sugar; la imagen privilegiada de un Keith Richards solitario, convertido en viejo pirata, en su notable versión de You Got the Silver, o el mismo Keith abrazando su guitarra y diciendo que el escenario es su territorio, que sólo allí pueden ser ellos mismos.
Hay, pues en Shine a Light muchos momentos privilegiados, pero si tuviéramos que escoger un segmento del film, nos inclinaríamos por el correspondiente a Champagne & Reefer, un tema del viejo Muddy Waters: allí, las sonrisas cómplices de Keith Richards, Ronnie Wood y Buddy Guy son captadas maravillosamente por la cámara, la concentración y mirada expectante de Buddy Guy mientras pulsa las cuerdas de su guitarra captadas en un hermoso primer plano del viejo bluesero nos pusieron la piel como carne de gallina y nos transportó a esos grandes momentos de acentuado lirismo de El Último Rock. Y aún seguimos fascinados con el recuerdo de los singulares planos de conjunto del mismo bluesero y la banda, con un Jagger integrándose a ellos como un músico más, mientras responde con la armónica a los desafíos virtuosos de uno de sus maestros. Jagger dejó, de pronto, de ser el clown, el showman. Se transformó en el músico hechizado y sometido a la belleza de la música. Y por ello se entregó con toda su alma a sacarle los más hermosos sonidos a esa armónica que nunca sonó más dulce y más melancólica como en aquel momento. Allí, qué duda cabe, el cine y la música volvieron a reinar.

Shine a Light es el resultado de la filmación de dos conciertos que los Stones dieron en el Beacon Theatre. Hasta donde hemos podido saber, Scorsese ha dado preferencia al material obtenido en el segundo, dejando del primero, entre otros segmentos, el de la presencia de Clinton y su familia, imágenes que, al margen de simpatías políticas, contienen cierto humor, cierto sarcasmo, por la misma irreverencia de los músicos. Que Scorsese haya decidido incluirlas en la versión final de su película sólo se explica por el hecho de que el dinero de Clinton y de sus allegados contribuyó a hacer posible el concierto y, por ende, la filmación.

La inserción de material documental que registra los comienzos de los Stones, a través de entrevistas a sus miembros, le confiere al film un toque de ironía, el cual nace ya sea del contraste entre las declaraciones de Jagger, Richards o Watts y el momento presente como de la simpleza de las preguntas o la ingenuidad de las respuestas. Scorsese pone en paralelo estas imágenes en blanco y negro del viejo pasado y las contrasta con la vitalidad del presente en un escenario que vibra con los aguerridos sonidos y movimientos frenéticos de una banda que no da tregua alguna al espectador.

Pasado y presente contrastados. El duro ascenso hacia el éxito en el pasado y el presente triunfal que ahora se celebra con generosidad. Y aquí aparece un tema fundamental de la película - el paso del tiempo- tema que es también preocupación de El Último Rock. Pero, mientras allí la reflexión se centraba en cómo el tiempo y el camino habían acabado con muchos, y, por ello mismo, The Band optaba por el retiro (“el camino es una forma de vida difícil de soportar”, expresaba Robertson en los tramos finales del film), en Shine a Light, el paso inexorable del tiempo se deja notar en los rostros surcados de arrugas, en esos brazos donde las carnes empiezan a mostrar flacidez, en esos resoplidos de alivio de Charlie Watts al término de ese tour de force que es All Down the Line, pero aquí no hay rendición alguna. Hay, más bien, una suerte de intento de exorcizar la fatalidad.

Ya en algún momento Scorsese lo precisa mostrando a Ronnie Wood con su taco de billar. Al golpe que da sobre las bolas de billar le sigue el título del film Shine a Light, que significa brilla una luz, a diferencia de lo que sucede en El Último Rock donde al golpe del taco, la bolas se dispersan en diferentes direcciones en clara alusión metafórica al The Band que ha decidido no actuar más como grupo y sus miembros están prontos a partir cada uno por su lado. Jagger y su baile permanente, incansable; Richards parándose firmemente con la guitarra en ristre abrazándola o acariciándola amorosamente; Wood con sus gestos payasescos y su virtuosismo en la guitarra rítmica y Charlie Watts con su toque certero en la batería renuevan en cada concierto esa juventud que aún pervive en esos cuerpos tan deteriorados por el tiempo, el alcohol y las drogas. Shine a Light es una película sobre el tiempo que pasa, pero es también un canto a la vida, a la existencia, a la supervivencia. Y cuando pensamos en ello viene a nuestra mente el Madadayo (1993) de Akira Kurosawa, aquel film en el que el viejo profesor se reúne con sus alumnos cada año, y cada año los alumnos le preguntan si está listo para partir y él, bebiendo su vaso de cerveza grita “Madadayo”, que significa “No aún”, con lo cual quiere significar que la muerte puede estar cerca, pero que la vida aún continúa.

Para los Rolling Stones la vida aún continúa, y cada concierto, tal como lo muestra Scorsese no es otra cosa que la celebración jubilosa de esa existencia. Tras el Satisfaction que pone punto final al concierto, y cuyos largos travellings privilegian los movimientos desaforados y vibrantes de Jagger, la banda sale del escenario y en los pasadizos encontramos una vez más a Scorsese y a sus cámaras que registran la despedida de la banda. Scorsese ordena con apremio el plano final: up, up (arriba, arriba). Sí, la cámara hacia arriba, que se eleve, hacia el cielo, hacia el infinito. Abajo, las luces de la gran ciudad perdiéndose en el horizonte. Entre el cielo y la tierra, imaginamos, brilla una luz que recuerda una leyenda…había una vez una banda que se llamaba The Rolling Stones….


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(1) Directores de fotografía de El Último Rock. En esa ocasión, la batuta estuvo a cargo de Michael Chapman.