miércoles, agosto 20, 2008

A propósito de "Shine a Light"
MARTIN SCORSESE, THE ROLLING STONES Y EL CINE


Escribe: Rogelio Llanos Q.


I. Una gran expectativa y un gran deseo

No podemos negar que teníamos mucha curiosidad por ver la última película de Martin Scorsese, y que esta curiosidad se sustentaba en el recuerdo de ese hito instalado por el neoyorquino allá en 1978 cuando en complicidad genial con Robbie Robertson legó a la posteridad esa obra maestra que fue El Último Rock (The Last Waltz, 1978). ¿Habría superado ese listón tan alto ahora en compañía de Jagger y sus secuaces? Los periódicos y el Internet nos traían noticias bastante buenas sobre Shine a Light, pero el entusiasmo nunca llegaba a desbordarse. Es más, leímos una nota en la que se reconocía abiertamente que la inspiración de Scorsese no había estado a la altura de cuando filmó el concierto de despedida de The Band.

Tales notas contribuyeron a incrementar nuestras expectativas, pues en honor a la verdad cuando se estrenó El Último Rock, las notas fueron muy escuetas e incluso algunas críticas –como las de la revista Cinemateca Uruguaya- no fueron tan halagüeñas, llegando a decir, incluso, que había demasiada música en el film. A pesar de ello, nuestro entusiasmo, luego de ver la película, fue tal que acudimos a ver la cinta muchas veces –ya perdimos la cuenta- en el viejo Cine Country y en las funciones de cine club en las que fue programada por los amigos de Hablemos de Cine, quienes, además, en su momento, y posteriormente, llegaron a escribir los textos más hermosos sobre ella. Gracias Fico, gracias Ricardo.

Pero, de otro lado, nuestra curiosidad iba a la par de el gran deseo de saber que Marty había agregado a su valiosa filmografía otra película notable. Marty es del tipo de cineastas que nos cae bien no sólo por su talento que se traduce en filmes inteligentes y bellos, sino por su declarada pasión por el cine que se manifiesta en sus múltiples actividades vinculadas a la conservación del legado fílmico de los grandes y pequeños maestros de las imágenes. Y últimamente, hasta antes de No Direction Home (2005), ese invalorable documento fílmico sobre Bob Dylan, al buen Marty no le había ido bien en sus últimas aventuras tras la cámara. Incluso Los Infiltrados (The Departed, 2006), a pesar del Oscar y de algunos buenos tramos, el cineasta no llegaba a las cotas alcanzadas en sus mejores momentos. Nuestro deseo ahora, era verlo triunfar una vez más.

Pues bien, no retrasaremos más nuestro juicio sobre Shine a Light y diremos con alegría desbordante que nuestras expectativas no han sido defraudadas. Hemos visto la película dos veces con motivo de su estreno en el Festival de Cine de Lima y la volveremos a ver durante su estreno comercial que se anuncia para la siguiente semana. Creemos que eso dice mucho de lo que la película nos ha impactado. Que si es mejor o no que El Último Rock no tiene mucha importancia ahora y, en todo caso, el lector de esta nota lo descubrirá a lo largo de estas líneas. Y es que el atractivo de la cinta radica, como fuera en el caso de El Último Rock, en la confluencia de un cineasta sensible y apasionado y una banda de rock que para muchos es la más grande de todos los tiempos.

II. El cineasta

Estamos de acuerdo con la mayoría de críticos en que los resultados obtenidos en los últimos films de Martin Scorsese - Pandillas de New York (Gangs of New York, 2002), El Aviador (The Aviator, 2004) o Los Infiltrados, – no están a la altura de lo que hizo en el período que va entre los setenta y mediados de los noventa. Cierto. Pero, tampoco llegan a la infamia. Vamos. No han faltado quienes han levantado el dedo acusador para decir que Marty estaba en plena decadencia, olvidando que el talento demostrado en Calles peligrosas (Mean Streets, 1973), Taxi Driver (1976) , Toro Salvaje (Raging Bull, 1980) o El Último Rock no ha sido comprado, que puede ocultarse por un tiempo, quizás, pero que en los cineastas de estirpe –y Scorsese lo es- puede aflorar en cualquier momento. Y, además, Marty con lo realizado, hace rato que ya figura en lugar preferencial en la historia del cine. Ciertamente, una crisis creativa ha estado afectando al gran Marty, que le impidió encontrar la inspiración necesaria para reeditar aquellos esfuerzos que lo condujeron de manera admirable a la creación de universos inolvidables y excesivos en los cuales sus personajes oscilaban entra el humor y la anarquía, la contención y la violencia.

Recordemos que para Scorsese, cada film suponía la inmersión en una espiral descendente hacia el infierno mismo, travesía necesaria para alcanzar luego la redención. Travis – De Niro (Taxi Driver), La Motta-De Niro (Toro Salvaje), The Band (El Último Rock), Paul Hackett-Griffin Dunne (Después de Hora, After hours, 1985), Henry Hill-Ray Liotta (Buenos Muchachos, Goodfellas, 1990) o el mismo Cristo en La Última Tentación de Cristo (Last Temptation of Christ, 1988), son los paradigmas de este duro itinerario vital que nos es mostrado sin complacencia alguna, pero sin que esté ausente en la mirada del director ese gesto de comprensión y espontaneidad frente a sus atribulados personajes.

A partir de estos filmes, Scorsese tendió un puente bastante sólido con el espectador. Su cine, con momentos de extrema violencia en el que los colores rojos llegaron a ser su distintivo, alcanza inevitablemente una belleza que nos envuelve, que nos fascina porque podemos atisbar a través de esas imágenes, el corazón sensible y generoso de un director comprometido hasta la médula con su universo, enamorado –como Truffaut- de sus actores, actrices y personajes y nos impulsa a conocer más de aquel hombre que ama a New York, que le encanta el rock y que, por sobre todas las cosas, ama al cine.
III. La música y el cineasta

Mick Jagger y Martin Scorsese son contemporáneos. Por tanto, Scorsese creció a la par que el rock, admirando no solo a los Rolling Stones, Bob Dylan y The Band sino, desarrollando, además, un conocimiento y un cariño especial por la música en general. No olvidemos la ascendencia italiana de Scorsese, en la cual hay una rica tradición musical a la cual el cineasta se ha rendido inevitablemente.

Por ello, cuando tras la crisis proveniente de los primeros fracasos en el cine - Who’s That Knocking at my Door (1967) con sus referencias a la Nueva Ola francesa resultó desconcertante para la época)- fue convocado por Michael Wadleigh para conformar el equipo de filmación de Woodstock (1970), aceptó de inmediato. El reto fue tremendo: darle un cierto orden a las 81 horas de grabación del fenomenal concierto. El resultado ya lo conocemos: un retrato de la generación de los sesenta visto a través de intérpretes y bandas que se prodigaron en el escenario durante tres días en los que, efectivamente, hubo mucha música, mucho amor y no siempre paz. El pulso Scorsesiano es posible tomarlo en el segmento dedicado a Sly and the Family Stone.
Pero ese gusto por la música pronto se manifestaría en sus propios filmes trabajando sobre la banda sonora. Nunca olvidaremos ese momento de Calles Peligrosas en que Johnny Boy, la primera aparición de De Niro en un film de Scorsese, entra en ‘ralenti’ al bar que administra Tony, el otro protagonista del film. El Jumping Jack Flash de los Stones suena grandioso, pero también inquietante, define al personaje y crea una atmósfera especial. La música en Calles Peligrosas cumple una función vital, pero también es el reflejo de aquel viejo recuerdo de su Little Italy al compás de aquellos acordes que sonaban por sus calles. Este film, impregnado de la violencia vista o vivida, es sazonado con esa música italiana que servía de fondo a los turbios negocios de los pequeños o grandes mafiosos que poblaban el lugar, pero también el rock servía de marco a la dura aventura cotidiana de la supervivencia en ese pequeño mundo de los ítaloneoyorquinos. Be my Baby, Tell me, Jumping Jack Flash o Please, Mr. Postman sonaban en momentos claves de un film que ya anunciaba al Scorsese apasionado que pronto nos sería familiar.

New York, New York (1977), según cuenta Scorsese, fue el homenaje a la música de su padre. La narración de Francine Evans (Liza Minnelli) y Jimmy Doyle (Robert De Niro), ella cantante y él saxofonista, es en verdad una historia de una relación musical y de los encuentros y desencuentros sentimentales de una pareja. Es también una historia de ascenso y caída, de amores apasionados y de celos inevitables. Conflictos personales que revelan un contexto signado también por la aparición de nuevas corrientes musicales que con Charlie Parker a la cabeza pondría en solfa a las grandes bandas que predominaron hasta el fin de la segunda guerra mundial. Inolvidable Liza Minnelli en la interpretación de But the World Goes Round de claras resonancias cinéfilas (por el recuerdo de Judy Garland), pero también potentísima en sus connotaciones y alusiones a la historia misma que el film relata.

El Último Rock, en cambio, es la música de su generación. Es su música. Que, además, significó para el Marty deprimido por la mala acogida del público de su New York New York, la posibilidad de encontrar una salida a su crisis emocional y afectiva. El Último Rock se planteó inicialmente como la filmación del concierto de despedida de The Band, pero terminó convirtiéndose en un testimonio valioso y entrañable de la música de una generación, siendo, además, una melancólica reflexión sobre el paso ineluctable del tiempo. El film fue estructurado como para privilegiar la presencia del grupo y sus invitados en el escenario, teniendo como complemento algunas tomas en estudios y otras dedicadas a entrevistar a los miembros de la banda. El film resultó sabiamente equilibrado y la calidez de la mirada se deslizó por cada plano que fue preparado con antelación y en estrecha colaboración con el líder de The Band, Robbie Robertson. Para nosotros resulta muy difícil establecer qué momento es el mejor en este film que, tras cada visión, resulta muy rico en hallazgos y nos motiva a amarlo cada vez más. El encuentro con Robbie Robertson llevó al buen Marty al disfrute de una nueva y feliz colaboración con el guitarrita de The Band: la banda sonora de El Color del Dinero (Color of the Money, 1986), suerte de continuación de El Audaz (The Hustler, 1961, Robert Rossen). Una historia de aprendizaje, de farsas y engaños y una visión penetrante de los comportamientos humanos en ese universo competitivo e implacable de los jugadores de billar. Robertson seleccionó para el film una música exquisita que iba desde el Va! Pensiero de Verdi hasta el It’s in The Way That You Use It de Eric Clapton.

Buenos Muchachos y Casino (1995) también contienen una gran banda sonora en la que se mezclan ritmos y géneros musicales, no en mezcla caprichosa o al azar, sino como producto de experiencias vividas o con el ánimo de recrear atmósferas o apuntalar historias. En éstas, como en otras películas del neoyorquino, los temas de The Rolling Stones están presentes: Monkey Man, Gimme Shelter, Memo from Turner, en Buenos Muchachos y Long Long While, (I Can’t get no) Satisfaction, Heart of Stone, Sweet Virginia, Can’t you Hear me Knocking? y Gimme Shelter, en Casino.
No Direction Home, el soberbio documental de Scorsese sobre el Dylan de los sesenta, no hizo sino ratificar la estrecha relación del cineasta con el mundo de la música y sus protagonistas. Algo más para concluir esta sección: Scorsese es quien mejor ha filmado a Dylan en el escenario, es el único que ha accedido con inspiración al mundo de The Band, dando el mejor testimonio de la amplia paleta musical norteamericana , y es el que mejor ha hurgado en los predios íntimos de un artista contemporáneo y difícil como es Bob Dylan.

¿Podría haber un mejor director para Shine a Light?

IV. The Rolling Stones en el Cine

Conservo un vago recuerdo de Gimme Shelter (1970), aquella película que intentó dar cuenta del tour de 1969 de los Stones, pero que alcanzó una mayor notoriedad porque capturó de manera oportuna los sucesos ocurridos en Altamont: el asesinato de uno de los concurrentes al concierto a manos de uno de los Hell’s Angels, contratado como guardaespaldas del grupo musical. El film, realizado por Albert y David Maysles, conserva, pues, su interés básicamente por el registro de los luctuosos sucesos, más que por la presentación de la banda misma.
Sympathy for the Devil (1968) es ya otra cosa. Se trata de un film realizado por Jean-Luc Godard, el más subversivo de los cineastas de la Nueva Ola francesa, y también, quizás, el menos accesible. Sympathy…es un film en el que podemos ver en secuencias alternadas, a los Rolling Stones en pleno proceso creativo del tema que da título al film, a los Panteras Negras que, con las armas en la mano, parecieran estar en disposición de entrar en combate, a una librería en donde es posible adquirir comics o panfletos marxistas y donde, irónicamente, se ejecuta el saludo nazi. Godard hace en este film ensayo un repaso por todos aquellos tópicos que le preocupaban en ese momento y que la canción, -el diablo ante la obra maldita de un mundo en disolución- aludía de una u otra manera. Para Godard, los Stones y su rebeldía iban a tono con los agitados tiempos en el que se movían.
Let´s Spend the Night Together (1983) es una nueva incursión de los Stones en el cine, gracias al empeño –no siempre logrado- de un cineasta cuya valía quedó demostrada en filmes como El último Deber (The Last Detail, 1973) o Esta Tierra es mi Tierra (Bound for Glory, 1976), film este último dedicado a recrear la vida del cantante folk Woody Guthrie. Nos referimos al eficiente Hal Ashby, que intentó recuperar para la posteridad a los Stones en el escenario durante su tour por América en 1981. Un momento logrado: Let it bleed, donde las cámaras de Ashby se esmeraron y obtuvieron unas formidables imágenes de conjunto con un Jagger, guitarra en mano, inspirado. Y lástima, el Time Is On My Side iba por buen camino, pero súbitamente, Ashby, lo echa a perder al intercalar imágenes de archivo de los Stones y del contexto violento en el que surgieron rompiendo la estructura y quedando el documento como una isla en medio de todo el film. De todas maneras, Let’s Spend… llega a ser un documental rescatable que muestra al fenómeno Stones en su medio: el espectáculo, las multitudes.

V. Shine a Light, Scorsese y los Stones

No es pues la primera vez que los Stones enfrentan las cámaras cinematográficas con el declarado propósito de hacer un film sobre su quehacer musical. Sí es, en cambio, la primera vez que aceptan confinarse en un lugar relativamente pequeño con el declarado propósito de ser captados de cerca por las casi veinte cámaras en el momento de su transformación en hombres del espectáculo. Porque eso es Shine a Light a final de cuentas: la captura del artista en ese momento único e irrepetible que se da en el escenario, cuando está solo con su arte, entregado a su oficio, concentrado en dar todo de sí, cuando ha llegado la hora de fascinar a su público con aquella creatura que ha forjado tras duras horas de ensayo y esfuerzo, mientras, como dice Cortázar, la música se pasea por la piel y se incorpora a la sangre y a la respiración.
Si bien Shine a Light se inicia como el documental de un director que pasa una serie de apremios para poder captar al objeto de su arte, luego, ese objeto se apodera del espacio y reclama su contemplación. Scorsese bien lo sabe. No hay trampa alguna en ello. Pero quiere darnos su testimonio, antes de que la primera canción haga burbujear la sangre de los espectadores dentro del Beacon Theatre de New York como de aquellos que verán las imágenes de su película allí donde sea estrenada.

No es fácil dominar al animal salvaje que rugirá en el escenario. No es nada sencillo preparar el auditorio y hacer que el animal siga las pautas de un guión preparado al detalle, con la pulcritud y la sapiencia de un Scorsese al borde de perder la paciencia. Todos sus esquemas son rechazados, todas sus posibilidades se verán alteradas ante la anarquía y el capricho de un Jagger consciente de que las cámaras y los cineastas deben estar a su servicio y no al revés. Y Jagger juega con su presa, la mantiene en tensión, le complica el trabajo, le niega la posibilidad de estructurar a plenitud la puesta en escena, precisamente a un cineasta que se caracteriza por planificar con el máximo detalle las escenas que va a filmar. Como hizo con Robbie Robertson y que dio como fruto las más bellas imágenes que se hayan filmado en un concierto de rock. Sin duda, todo un reto para el buen Marty, que estuvo a la altura del desafío y nos entregó un testimonio inolvidable de esta banda mítica.
Sabemos la estrecha relación de Scorsese con la música y sus intérpretes desde los momentos inaugurales de su carrera cinematográfica. Luego de su notable No Direction Home, y su declarado interés en seguir por la senda del documental musical, no era muy difícil hacer conjeturas acerca de quién podría ser el protagonista de su próximo film. The Rolling Stones siempre estuvieron presentes en sus películas; era, por tanto, explicable que intentara perennizarlos en imágenes, no a la manera de un Dylan, por ahora más expresivo, más abierto y más dispuesto a dar luces respecto a un pasado en el que la ficción y la realidad se han confundido a plenitud, pero sí a través del quehacer de su arte en el momento mismo de su ejecución.

Sin posibilidad alguna de planificar tal o cual escena o secuencia, a Scorsese no le quedó otra alternativa que sembrar de cámaras el pequeño recinto a fin de poder tener la oportunidad de ingresar a la entraña del monstruo. Para ello contó, una vez más, con Robert Richardson en la dirección de fotografía (antes trabajó con él en El Aviador, Vidas al Límite (Bringing Out the Dead, 1999) y en Casino; pero, además, Richardson fue el responsable de la imagen en los dos Kill Bill de Tarantino) y a cargo de todo un selecto grupo de camarógrafos, que cumplieron una labor excepcional, y de los cuales pudimos reconocer en los créditos a los siguientes: Robert Elswitt (Petróleo Sangriento, Michael Clayton, Buenas Noches Buena Suerte, Magnolia), Ellen Kuras (Lou Reed’s Berlin), Andrew Lesnie (El Señor de los Anillos), Emmanuel Lubezki (El Nuevo Mundo), Declan Quinn (director del extraordinario vídeo Magic & Loss de Lou Reed) y John Toll (Casi Famosos, La Delgada Línea Roja, Corazón Valiente). Sin duda, uno de los grandes lujos de esta película fue contar con estos maestros de la fotografía que siguen los pasos de los inolvidables Michael Chapman, Laszlo Kovacs, Vilmos Zsigmond, David Myers, Bobby Byrne, Michael Watkins e Hiro Narita (1), y cuyos resultados, en términos de imagen, han sido, indudablemente, brillantes.

No le fue, pues, mal a Marty. Y nos imaginamos que, con tan grata compañía, en el reducidísimo tiempo entre la recepción del set list y los primeros acordes del Jumpin’ Jack Flash, las decisiones de qué planos tomar en este arranque del concierto no fueron difíciles. Presumía que iban a comenzar con un tema potente, y eso ya lo había discutido con sus técnicos. Intuía que Jagger se inclinaría por un directo al corazón y Jumpin’…lo era, sin duda. Se produce la descarga de la banda y Scorsese nos sorprende con un montaje nervioso que transmite fielmente el ritmo de la música, que nos contagia su fascinación por los movimientos de un Jagger dispuesto a no dar tregua, que nos hace saber su encanto por esta longeva banda que hace lo suyo con maestría desde la primera nota.

No, la de Scorsese no es una visión neutra que registra desde fuera lo que sucede en el escenario. Por el contrario, es la visión de un cineasta que, con total conocimiento de la música que está sonando ha decidido jugárselas metiéndose en el escenario, conviviendo con los artistas, y disfrutando de aquellos momentos inspirados: la maravillosa sección de vientos en All Down the Line; la interpretación sensible de Jagger de As Tears Goes By y el recuerdo de su primera canción; la conexión del público con los músicos en Brown Sugar; la imagen privilegiada de un Keith Richards solitario, convertido en viejo pirata, en su notable versión de You Got the Silver, o el mismo Keith abrazando su guitarra y diciendo que el escenario es su territorio, que sólo allí pueden ser ellos mismos.
Hay, pues en Shine a Light muchos momentos privilegiados, pero si tuviéramos que escoger un segmento del film, nos inclinaríamos por el correspondiente a Champagne & Reefer, un tema del viejo Muddy Waters: allí, las sonrisas cómplices de Keith Richards, Ronnie Wood y Buddy Guy son captadas maravillosamente por la cámara, la concentración y mirada expectante de Buddy Guy mientras pulsa las cuerdas de su guitarra captadas en un hermoso primer plano del viejo bluesero nos pusieron la piel como carne de gallina y nos transportó a esos grandes momentos de acentuado lirismo de El Último Rock. Y aún seguimos fascinados con el recuerdo de los singulares planos de conjunto del mismo bluesero y la banda, con un Jagger integrándose a ellos como un músico más, mientras responde con la armónica a los desafíos virtuosos de uno de sus maestros. Jagger dejó, de pronto, de ser el clown, el showman. Se transformó en el músico hechizado y sometido a la belleza de la música. Y por ello se entregó con toda su alma a sacarle los más hermosos sonidos a esa armónica que nunca sonó más dulce y más melancólica como en aquel momento. Allí, qué duda cabe, el cine y la música volvieron a reinar.

Shine a Light es el resultado de la filmación de dos conciertos que los Stones dieron en el Beacon Theatre. Hasta donde hemos podido saber, Scorsese ha dado preferencia al material obtenido en el segundo, dejando del primero, entre otros segmentos, el de la presencia de Clinton y su familia, imágenes que, al margen de simpatías políticas, contienen cierto humor, cierto sarcasmo, por la misma irreverencia de los músicos. Que Scorsese haya decidido incluirlas en la versión final de su película sólo se explica por el hecho de que el dinero de Clinton y de sus allegados contribuyó a hacer posible el concierto y, por ende, la filmación.

La inserción de material documental que registra los comienzos de los Stones, a través de entrevistas a sus miembros, le confiere al film un toque de ironía, el cual nace ya sea del contraste entre las declaraciones de Jagger, Richards o Watts y el momento presente como de la simpleza de las preguntas o la ingenuidad de las respuestas. Scorsese pone en paralelo estas imágenes en blanco y negro del viejo pasado y las contrasta con la vitalidad del presente en un escenario que vibra con los aguerridos sonidos y movimientos frenéticos de una banda que no da tregua alguna al espectador.

Pasado y presente contrastados. El duro ascenso hacia el éxito en el pasado y el presente triunfal que ahora se celebra con generosidad. Y aquí aparece un tema fundamental de la película - el paso del tiempo- tema que es también preocupación de El Último Rock. Pero, mientras allí la reflexión se centraba en cómo el tiempo y el camino habían acabado con muchos, y, por ello mismo, The Band optaba por el retiro (“el camino es una forma de vida difícil de soportar”, expresaba Robertson en los tramos finales del film), en Shine a Light, el paso inexorable del tiempo se deja notar en los rostros surcados de arrugas, en esos brazos donde las carnes empiezan a mostrar flacidez, en esos resoplidos de alivio de Charlie Watts al término de ese tour de force que es All Down the Line, pero aquí no hay rendición alguna. Hay, más bien, una suerte de intento de exorcizar la fatalidad.

Ya en algún momento Scorsese lo precisa mostrando a Ronnie Wood con su taco de billar. Al golpe que da sobre las bolas de billar le sigue el título del film Shine a Light, que significa brilla una luz, a diferencia de lo que sucede en El Último Rock donde al golpe del taco, la bolas se dispersan en diferentes direcciones en clara alusión metafórica al The Band que ha decidido no actuar más como grupo y sus miembros están prontos a partir cada uno por su lado. Jagger y su baile permanente, incansable; Richards parándose firmemente con la guitarra en ristre abrazándola o acariciándola amorosamente; Wood con sus gestos payasescos y su virtuosismo en la guitarra rítmica y Charlie Watts con su toque certero en la batería renuevan en cada concierto esa juventud que aún pervive en esos cuerpos tan deteriorados por el tiempo, el alcohol y las drogas. Shine a Light es una película sobre el tiempo que pasa, pero es también un canto a la vida, a la existencia, a la supervivencia. Y cuando pensamos en ello viene a nuestra mente el Madadayo (1993) de Akira Kurosawa, aquel film en el que el viejo profesor se reúne con sus alumnos cada año, y cada año los alumnos le preguntan si está listo para partir y él, bebiendo su vaso de cerveza grita “Madadayo”, que significa “No aún”, con lo cual quiere significar que la muerte puede estar cerca, pero que la vida aún continúa.

Para los Rolling Stones la vida aún continúa, y cada concierto, tal como lo muestra Scorsese no es otra cosa que la celebración jubilosa de esa existencia. Tras el Satisfaction que pone punto final al concierto, y cuyos largos travellings privilegian los movimientos desaforados y vibrantes de Jagger, la banda sale del escenario y en los pasadizos encontramos una vez más a Scorsese y a sus cámaras que registran la despedida de la banda. Scorsese ordena con apremio el plano final: up, up (arriba, arriba). Sí, la cámara hacia arriba, que se eleve, hacia el cielo, hacia el infinito. Abajo, las luces de la gran ciudad perdiéndose en el horizonte. Entre el cielo y la tierra, imaginamos, brilla una luz que recuerda una leyenda…había una vez una banda que se llamaba The Rolling Stones….


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(1) Directores de fotografía de El Último Rock. En esa ocasión, la batuta estuvo a cargo de Michael Chapman.

viernes, agosto 08, 2008

Entrevista a Alberto Fuguet (última parte)

ALBERTO FUGUET Y EL CINE
“El cine en Latinoamérica está hecho una mierda”


¿Prefieres el DVD o ver cine en rollos de películas de 35 mm?

Depende. Entre ver y no ver. Primero, siento que el cine está hecho una mierda, las salas, lo que están dado en todos los países latinoamericanos. Tendrías que vivir en Francia, en Madrid o incluso en New York. Hace poco estuve en Los Ángeles cuatro meses, la capital del cine, y no sabía qué ver. Aquí en cambio, por ejemplo, con la cartelera de mierda que hay en Lima, es mejor y prefiero el DVD. Entonces, solo te basta un ambiente tranquilo y un televisor o el computador. La otra vez me tocó ver en 70 mm “La puerta del cielo” de Michael Cimino, que fue un fracaso en los ochentas, la película dura casi cuatro horas, fue algo impresionante, es como ver a alguien en vivo. Pero, si no tienes esa oportunidad, entonces el DVD me gusta. Y sobre todo me encantan los Criterion Collection y los DVDs que están bien hechos.

Justo con las películas que estoy filmando ahora, estoy dudando sobre qué voy a hacer con ellas, porque para poder entrar a los cines tienes que tener a Tom Cruise, tienes que tener efectos especiales, y el cine latinoamericano no lo tiene. Y para ser despreciado por las compañías, para que me tiren a una mierda de un cine en el centro y sin sonido, prefiero de repente estrenar en YouTube o en algún servidor, o sacar un DVD y circularlo por ahí. Escribí otro corto, pero, los cortos están condenados a la muerte, antes que muera prefiero que esté en un DVD, en una Etiqueta Negra, o en una revista chilena o peruana o venezolana, whatever.

Para terminar, quiero agradecerte por esta entrevista.
Por segunda vez.

¡Sí, por segunda vez! (risas). Hay muchas cosas que has dicho, que cuando las transcriba hará que muchas personas investiguen. Has dado algunos títulos de películas, mencionaste a varios artistas, etc. Esto me sirve como una línea para seguir el rastro, para saber más cosas.
Es curioso, entonces, vas a estar salvado (risas).

Muchas gracias Alberto.
Gracias a ti. ¿Tu nombre era?

Henry.
Henry. Henry, retrato de un asesino.

¿Cómo?
Hay una película llamada “Henry, retrato de un asesino en serie”. Okey Henry, cuídate. Pórtate bien.

Entrevistador: Henry Flores
Fecha: viernes, 25 de julio de 2008
Lugar: Feria Internacional del Libro, Jockey Plaza, Lima.

miércoles, agosto 06, 2008

Entrevista a Alberto Fuguet (parte III)

ALBERTO FUGUET Y EL ROCK
“Es muy difícil ser crítico de rock”


También soy melómano igual que tú. Creo que también has sido crítico de rock.
Poco. Es muy difícil ser crítico de rock. He escuchado música sí, menos que tú creo.

Bueno, tú has leído más libros y has visto más películas que yo.
Estamos empates (risas).

Dime tus cinco bandas o solistas favoritos de rock.
Faith No More, el epígrafe de “Mala Onda” es una canción de ellos llamada “Falling to Pieces”. Ahora me interesan mucho y los voy a ver en Santiago a los Nine Inch Nails, me parece que Trent Reznor es un poeta, es un tipo mucho más melancólico de lo que mucha gente cree, tienen la idea de que es muy metalero. Me gusta mucho, como una especie de música de películas, Ryuichi Sakamoto. Me da un poco de vergüenza decirlo porque ahora está como muy de moda, pero, me gusta mucho o me gustaban algunas cosas de Jeff Buckley, ¿Te parece mal?

No. Más bien lo están reeditando. En los noventas ya era todo una joya.
A ver, quién más. Me gustó mucho Nirvana en su momento, hice un artículo al respecto, un periódico de Chile me envió a Aberdeen, en Seattle, estuve ahí en la Sub Pop. Me gusta Leonard Cohen que es un viejo. Muchísima gente.

¿Y te gusta Bob Dylan? A mí su voz no me gusta mucho, pero sus letras son muy buenas.
No tanto, pero una de mis canciones favoritas es “Things Have Changed”, que está en la película “Wonder Boys”, en mi opinión una de las mejores películas que ha ganado un Oscar. Hay otras más que me gustan, pero, tampoco es cómo tanto. En mi iPod tengo muchísimo, tengo de todo.

(...)
Entrevistador: Henry Flores
Fecha: viernes, 25 de julio de 2008
Lugar: Feria Internacional del Libro, Jockey Plaza, Lima.

lunes, agosto 04, 2008

Entrevista a Alberto Fuguet (parte II)


ALBERTO FUGUET Y SUS LIBROS
“No me gusta sentirme ligado a mi parte rocanrolera”

Hablando ahora de ti, cómo te dije, desde ayer te leo por primera vez.
Pero no digas que me parezco a Galarza.

No, no es eso. Te dije que tu primer libro me gustó pero no me impresionó porque antes ya había leído a Caicedo y a Galarza. Además Galarza es de mediados de los noventas, y tú eres de años anteriores.
Ya he dicho esto, obviamente es falso, pero, si yo hubiera tenido veinte o diecinueve y hubiera leído a Caicedo, quizás no hubiera sido escritor, como dices tú, a lo mejor para qué, si él ya lo ha hecho. Pero, la verdad, lo juro por Dios, nunca supe de su existencia. Sabía de Borges, de Vargas Llosa, y los demás autores del “canon”.

Para aquellos que como yo recién te leen ¿Qué les recomendarías? ¿Por dónde empezar para leerte?
Creo que, a estas alturas de mi vida y de mi carrera depende de quién eres tú.

¿Y para aquellos que han leído antes a Caicedo?
Es raro, porque tú me dices esto y me quiero defender entonces. Tampoco me gusta sentirme tan ligado a mi parte rocanrolera. Siento que tengo dos o tres etapas. El otro día llegó un padre con un chico, el padre tenía cincuenta y dos, era muy buena onda, y el hijo dieciséis, y me pidieron que les recomendara mis libros. Les di dos libros distintos, al padre le di “Apuntes autistas” y al chico “Mala onda”, porque tiene dieciséis años el protagonista. A ti no sé lo que te daría (nota: Fuguet sabe que el entrevistador ya pasó los veinte años), creo que “Sobredosis” ya no es para ti, quizás te daría “Por favor rebobinar” y “Cortos”.

Lo que me gusta de “Sobredosis” son las alusiones a las canciones de rock, sobre todo a Guns N’ Roses.
A mi me parece un poco ya más adolescente. Ese mundo está mejor perfilado y ampliado, como un álbum, en “Por favor rebobinar”.
(...)
Entrevistador: Henry Flores
Fecha: viernes, 25 de julio de 2008
Lugar: Feria Internacional del Libro, Jockey Plaza, Lima.

sábado, agosto 02, 2008

Entrevista a Alberto Fuguet (parte I)


ALBERTO FUGUET Y ANDRÉS CAICEDO
“Si Caicedo fuera un joven hoy, no se hubiera matado”



Alberto, me enteré en tu blog que acabas de terminar un libro sobre Andrés Caicedo, una especie de autobiografía ¿En qué se diferencia con el libro “El cuento de mi vida” (memorias inéditas de Caicedo)? ¿Cuál es lo novedoso?
Se diferencia, pero, también tiene cosas parecidas. Yo te diría que el libro engulle, se apropia y se come al “Cuento de mi vida”. Es un remixed, un Extended Edition, un Criterion Collection o algo parecido. Al trabajar con un autor tan joven y que no está y que murió, no se puede botar a la basura los pocos textos que hay. Pero yo creo que cómo está puesto y escrito, narrado y montado, es una experiencia mucho más “redonda” y más biográfica, se extiende más que “El cuento de mi vida”, son complementarios. Pero, el libro está pensado más para la gente que no leyó “El cuento de mi vida”, esa es la verdad, y pensando en lo difícil que es leer a Caicedo en otros países, fuera de Colombia, mi impresión es que “Mi cuerpo es una celda” , como yo lo trabajé, es para beginners y también para fans. Es como si de repente compraras un disco de remixes de un artista, algo que ya existe pero producido de otra manera, en otra versión.
¿Va a estar narrado en primera persona?
Sí, totalmente.

¿Hay comentarios tuyos?
Muy pocos. La idea es que yo no interrumpa la narración, que sea yo invisible.

¿Cómo supiste por primera vez de Caicedo?
Supe, esperando un avión en el hotel El Olivar (en Lima). Di una vuelta, fui a hacer hora a la librería Casa Verde, y ahí vi de repente la palabra “Cine” la cual me llama mucho la atención. Saqué el libro (“Ojo al cine”) que era bastante gordo, no tenía idea de quién era el autor, y como que no tenía mucho sentido: Colombia, cine, no era un libro traducido, era en español, después el autor se veía súper joven, estaba muerto, eran los setentas, era como todo muy raro. Y lo tuve que comprar. Y después me lo leí entero antes de aterrizar en Santiago, y ya sentía que era un amigo mío. Quizá lo leí muy rápido y pensé que Caicedo se autodefinía como un cinépata, después me he dado cuenta de que nunca se definió así, más bien como un cinéfago o alguien que sufría de cinesífilis. A partir de allí yo fundé mi empresa de cine y todas mis películas tienen el nombre de Cinépata. A veces uno se equivoca sin querer (risas). De alguna manera mi libro es como saldar una deuda, y creo que a los amigos hay que ayudarlos, y ahora Andrés merece ser leído y sobre todo salir de Colombia, creo que no es un autor local, y más adelante incluso podría salir del español.

¿Por qué quieres que Andrés se internacionalice? ¿Por qué quieres darlo a conocer? ¿Te identificas con él?
Si me identifico con él, y supongo que él se identificaría conmigo. Además, me interesa el tema de Macondo. Colombia es un país clave porque es el país de García Márquez.

Y Caicedo era anti realismo mágico.
Me parece que en la época en que García Márquez estaba escribiendo eso, Caicedo ya estaba súper adelantado y al día. Creo que Caicedo es un adelantado, mientras que García Márquez representa el fin de una etapa; y Caicedo estaba preocupado por lo que venía. Me llama la atención de que siempre la gente hable tonteras, alabe por ejemplo lo europeo, y él (Caicedo) ni siquiera era de la capital, era provinciano, caleño. Creo que él es nuestro hermano mayor de la generación a la que pertenezco.

Eso pensé cuando ayer leí tu primer libro (“Sobredosis”).
¿Nunca lo habías leído?
Bueno desde ayer te leo, recién he comprado unos cuatro libros tuyos. Me gustó “Sobredosis”, no me impresionó porque antes ya había leído al mismo Caicedo y a Sergio Galarza.
Bueno yo creo que Galarza me ha leído a mí.

Eso también pienso, porque él fue después.
Mi libro es del noventa (Nota: la ópera prima de Galarza, “Matacabros”, es de 1996). Y yo no había leído a Caicedo antes. A veces uno tiene total conexión y encuentros sin haber leído a la gente. Me imagino que tú has conocido a gente con que la puedas hacer “clic” (sic) y que escuchen a Sub Pop o lo que sea, y que no los conocías antes.


Si Caicedo estuviera vivo (se suicidó en 1977) ¿Qué crees que ahorita él estuviera haciendo?
Me da mucho miedo pensarlo. Solo hay dos opciones: muy mal o normal. Me gustaría pensar que normal y coleccionando DVDs, haciendo películas y cómo que muy bien. Mi impresión es que no estaría bien, me gustaría pensar en lo positivo, pero es especulación. Si Andrés Caicedo fuera un joven hoy, tengo mis serias dudas de si se hubiera matado, porque creo que la tecnología en el caso de él y de mucha gente ha ayudado. Para Andrés era muy importante estar conectado con otra gente, tener amigos que pensaran como él, creo que él sentía que no había gente en Cali como él, por eso quería contactarse con peruanos, con españoles. Hoy sería muy fácil que él tuviera amigos por email, por chat, vería muchas películas sin tener que viajar. Para él era muy complicado ser tartamudo, y hoy la tecnología te permite comunicarte sin que se note eso.

Dímelo a mí.
Tú no eres tartamudo, Andrés si lo era, o lo era mucho más (risas del entrevistador, Fuguet aprovecha para tomar su Red Bull).

Me pasó algo parecido a ti cuando descubrí de casualidad el libro “Angelitos Empantanados”. Me enteré de su historia y me enganché de inmediato con él (Caicedo).
Bueno, también es un riesgo creer que por que alguien se suicida es mejor que los que viven.

Es cierto. Por ejemplo, para mi Kurt Cobain fue un imbécil.
Claro. Por ejemplo, Roberto Bolaño como que está “disfrutando” también de morir joven, aunque tampoco murió tan joven, pero, Bolaño es bueno.

Si, a mí me gusta. Hunter Thompson, por ejemplo, se mató viejo.
También. Y hay gente vieja de veintidós. Creo que las generaciones no tienen nada que ver con la edad, si no con los gustos. Y tampoco tienen que ver con los países o los idiomas.

¿Qué opinas de los localismos de los que abusa Caicedo? A veces he tenido que consultarles a mis amigos colombianos sobre algunas de esas palabras. Parece que tú no tuviste esos problemas.
Yo creo que sí. No hay que abusar de eso, pero, a la vez, incluso para aquellos que lo abusan, mi impresión es que si tú quieres entender, entiendes. A veces uno lee libros que no entiende del todo. Yo vi “Y tu mamá también” y no entendí nada, y creo que entendí todo; te puedes perder algunas cositas, pero, lo importante, la historia, se entiende toda.

Pero, cuando uno se obsesiona con un escritor lo quiere entender todo.
Si. Pero, también hay que tener cuidado con los localismos.
(...)
Entrevistador: Henry Flores
Fecha: viernes, 25 de julio de 2008
Lugar: Feria Internacional del Libro, Jockey Plaza, Lima.

viernes, agosto 01, 2008

CONOCIENDO A ALBERTO FUGUET

“Una cosa lleva a la otra”. Frase que mejor retrata mi encuentro con el afamado escritor Alberto Fuguet. En la noche del martes 22 de julio, me encontraba investigando en internet sobre uno de mis escritores favoritos: el mítico colombiano Andrés Caicedo; fue así como me enteré de la existencia de Fuguet. En su blog supe que él había terminado de preparar un libro sobre Caicedo, una especie de autobiografía.

De inmediato me puse a investigar un poquito más sobre Alberto, de los libros que había escrito y de lo que significa para la literatura latinoamericana; grande fue mi sorpresa saber que iba a estar como invitado en la XIII Feria Internacional del Libro en el Jockey Plaza de Lima. Decidí ir a la feria para conocerlo en persona, preguntarle sobre su proyecto caicedoiano, y de paso comprar algunos de sus libros. El jueves 24 de julio en el stand del grupo Santillana lo conocí y accedió a darme una pequeña entrevista grabada. La impresión que me causó Fuguet es la de ser un tipo recontrasencillo, inteligente, con mucho que decir, que le gusta interactuar con los jóvenes; para resumir: un pata muy buena onda con una lata de Red Bull en la mano. Le dije que lo iba a leer por primera vez y me firmó, con una inesperada dedicatoria, su libro “Las películas de mi vida”.
Diez minutos después de terminada la entrevista, me di cuenta que mi fuckin’ reproductor de mp3 no tenía suficiente memoria, es decir, no había grabado nada de lo conversado (¡agh!). De inmediato comencé a buscar a Alberto por toda la feria, lo encontré en la cafetería, le dije que estaba al borde del suicidio por culpa de mi grabadora, me dijo “no lo hagas” y accedió a darme otra entrevista para el día siguiente, después de la presentación(*) de sus libros “Apuntes Autistas” y “Road Story”. ¿No les digo que es recontra cool el tipo?.

El viernes cumplió lo prometido. En la mañana, había terminado de leer su ópera prima “Sobredosis”, así que pudimos conversar de más temas (aparte de Caicedo) como sus libros, el cine (que tanto le gusta) y algo de rock. A partir del domingo 3 de agosto y cada dos días, postearé la entrevista en cuatro partes: (1) Fuguet y Caicedo, (2) Fuguet y sus libros, (3) Fuguet y el cine, y (4) Fuguet y el rock.
Los invito entonces a conocer a este admirado cinéfilo-escritor.

HENRY FLORES
(*)Audio de la presentación de “Apuntes Autistas” y “Road Story” (DESCARGAR)

Alberto Fuguet & Henry Flores