lunes, abril 28, 2008

CLOUD CULT / Feel Good Ghosts

Earthology Records
Apenas ha pasado un año desde el admirable The Meaning of 8 y ya los tenemos de vuelta con un álbum al que podemos calificar, sin exagerar, como una obra maestra original. Su art rock experimental ha llegado a un nivel que raspa y penetra la exclusiva membrana de la genialidad. “No One Said It Would Be Easy” tiene como anfitrión a una guitarra punzante, atrapada en un lazo repetitivo, junto a una elipse de piano que de a pocos van cobijando al bajo, la batería y algunas cuerdas; un bello mastodonte sonoro. Desde el primer surco ya percibimos esa incansable búsqueda de la superación que los ha llevado a ser unos eximios alfareros musicales.
PAUL EDUARDO R.


THE HELIO SEQUENCE /Keep Your Eyes Ahead
Sub Pop
El estilo de este dúo de Oregon es el pop de sintetizadores con guitarras susurrantes. La voz etérea que encaja, como pieza de lego, con sutiles rasgueos de guitarras lo tiene “Keep Your Eyes Ahead”. Pero es en la acústica “Shed Your Love” dónde podemos saber del estado real de la voz -a pesar del tono bajo- de Brandom Summers, y nos sorprende su rápida recuperación (previa a las grabaciones la había perdido a causa de una infección grave). Una oda como “Hallelujah” radiografía lo que los diferencia de sus anteriores trabajos: canciones que mantienen el elemento electrónico, esta vez como condimento y ya no como ingrediente principal. Un disco de sabor intimista y relajado.
HENRY FLORES

domingo, abril 06, 2008

18 de marzo de 2008
BOB DYLAN EN ROSARIO
HUMOR Y VITALIDAD


Quince minutos después de la hora programada (nueve de la noche), las luces del escenario se apagan, la voz del presentador oficial, una vez más, manifiesta el orgullo de la Columbia Records de tener entre sus filas al artista predilecto, y Bob Dylan y su banda se apropian del escenario donde minutos antes una banda de jazz había preparado los ánimos de un público compuesto por gente del lugar y por muchos que llegaron de diversas partes del país. El escenario es similar al que se levantó en Buenos Aires: austero, cortinas oscuras y potentes reflectores. La disposición de la banda es la misma: en el lado izquierdo del escenario (visto desde el público), se ubica Denny Freeman, guitarra líder que, al igual que en Buenos Aires, le dará unos retoques a las nuevas versiones de Dylan embelleciéndolas; Tony Garnier a su lado y mirando a Dylan empieza su labor con el bajo electrónico, combinándolo en ocasiones con el contrabajo, siempre atento a los gestos, actitudes y movimientos de un Dylan que confía en él para que lo apoye certeramente en sus improvisaciones y variaciones; hacia el centro, se ubica el habilísimo George Recile, que contagiado del excelente humor de Dylan le pegó como nunca a los tambores esa noche inolvidable; los sonidos hawaianos que a veces se deslizan suavemente en las nuevas versiones del repertorio dylaniano, se deben al multifacético Donny Herron que se ubica estratégicamente al lado de Recile y Dylan; atrás del cantante, discreto, pero eficaz, Stu Kimball completa, con su guitarra rítmica, el quinteto de acompañantes del hombre de Minnesota, que nos sorprende arrancando con un brioso "Cat’s In The Well", con el que incursiona en el Under the Red Sky, álbum de 1990, período del cual, desde que empezara su tour por el sur de Río Grande, no había interpretado tema alguno.

Esta vez, Dylan, sabio y astuto, se dispara y declara sin cortapisas que “the World’s being slaughtered and it’s such a bloody disgrace”. Desde ya, tenemos el presentimiento que este concierto tendrá sorpresas y variantes sustanciales con respecto al de Buenos de Aires. Vemos a un Dylan, guitarra en mano, dispuesto, una vez más, a entregarse con generosidad a las tres mil quinientas personas que, dicen los observadores, pobló un sector del Hipódromo acondicionado para el show. "Don’t Think Twice, It’s All Right", la rec

onocemos rápidamente por los primeros toques de guitarra. La versión interpretada por Dylan es como un susurro continuo que transita por el campo de la nostalgia. Esta versión, en palabras de nuestro amigo Lobo Zac. “tiene un fondo más country eléctrico, un tiempo un poco más ligero y por su puesto, la voz envejecida de Bob”.Bella, sin duda alguna. En cambio, "I’ll Be Your Baby Tonight" es convertida en un blues bastante ligero con el que Dylan cierra su ‘intro’ con la guitarra. Ya para entonces, Rosario se había rendido a la leyenda.

"Masters of War" y su diatriba contra los políticos y militares que envían impunemente a la gente al matadero es, una vez más, fieramente interpretada tras los teclados. Gran momento del concierto. Y tras la palabra iracunda, una descarga bluesera a todo tren:" Rumblin’ and Tumblin’", que Dylan compusiera tomando como base el arreglo de Muddy Waters. La versión que escuchamos en Rosario de "It’s All Right, Ma (I’m Only Bleeding)" es única.

Volver a escuchar en vivo "Spirit On The Water" fue una gratísima experiencia. La segunda estrofa de esta canción mantenida en el tour americano sonó muy genuina y acorde con ese derroche de buen humor que exhibió Dylan a lo largo del concierto. Y una sorpresa más: "John Brown", con Donnie Herron en la mandolina. Una vez más su virulenta expresión antibélica: el soldado que marchó a la guerra, orgullo de su madre (¿la patria, quizás?) ... y el retorno del hijo desfigurado y mutilado entregando las condecoraciones ganadas…Ovación general y un Dylan satisfecho por los puentes tendidos con el público.


En no pocas ocasiones observamos al viejo Bob sonriente, levantando ligeramente los brazos y de cara al público, pero haciéndolo cuando las luces momentáneamente se apagan tras la conclusión de cada uno de los temas. Bien podríamos considerar que el concierto de Rosario es una suerte de continuación de lo que empezó en Buenos Aires. Allí, en el Vélez, tomó el impulso necesario para llegar a las alturas en "Masters of War", "Workingman’s Blues" y "Just Like a Woman". Aquí en Rosario, está en las alturas desde el arranque, como si la magia de lo vivido en el Vélez hubiera sido el impulso que requería para hacer de su show algo realmente memorable y llegar a esta noche del 18 de marzo con el corazón exultante de entusiasmo y las ganas de responder a tantas muestras de afecto con lo que sabe hacer: su música, su impresionante música. Dylan está inspiradísimo y, quizás, por eso mismo, se le ve feliz, de un excelente humor. No por ello, sin embargo ha renunciado a ese espíritu contestatario del que están impregnadas esas canciones que traídas desde los años sesenta mantienen su vigencia, vía la ironía y la fuerza interpretativa. Así lo entendió el público venido de diferentes partes de Argentina y de América, así lo entendieron los cronistas que al día siguiente, emocionados e inspirados, escribieron notas muy hermosas sobre un concierto único e inolvidable.

Y, una vez más, escuchamos fascinados "Workingman’s Blues #2" y "Highway 61 Revisited" y "When the Deal Goes Down". Ante estas sólidas versiones, cargadas de sentimiento y vitalidad, sólo nos queda gritar a pleno pulmón ¡¡¡God bless you, Bob!!!. Pero, más de una sorpresa nos esperaba a continuación: una logradísima versión de "This Wheel’s On Fire", aquella canción que compusiera en colaboración con Rick Danko, el notable vocalista del entrañable The Band, aquel grupo musical cómplice de Dylan en aquella fascinante aventura musical llamada The Basement Tapes, y esa otra que aborda de manera descarnada la ambigüedad de la relación sentimental, "Most Likely You Go Your Way (and I’ll Go Mine)". Y los rápidos compases iniciales de "Summer Days" nos invitan a compartir el excelente estado de ánimo del cantante que se agita y mueve ante los teclados. Pero también sabemos ya que el próximo tema será la siempre bienvenida "Like a Rolling Stone", que en esta ocasión sí se inicia con el vigoroso baquetazo de George Recile, que da inicio al desborde jubiloso de la multitud que corea los versos de esta canción hermosa en sus diferentes versiones, en sus innumerables arreglos. Dylan con un gesto ligero de despedida se retira junto a su banda del escenario. La ovación es enorme, los gritos de olé, olé olé se multiplican y nadie quiere irse a casa sin tener la ocasión de ver más del viejo Bob.

En esta ocasión Dylan ni siquiera presenta a su banda. No hay palabra alguna dirigida al público, pero a diferencia de lo ocurrido en Buenos Aires, ha habido una mayor cantidad de gestos de agradecimiento a lo largo del concierto, gestos pequeños, detalles minúsculos, pero que nos dan una señal de cómo él también la pasó muy bien esta noche. Y en el encore este buen humor se desbordó al interpretar "Rainy Day Women #12 & 35". Risas cómplices entre Dylan y Garnier, a las que se unían las de Herron y Kimball, mientras Dylan jugaba con la frase “Everybody must get stoned”. Pues sí que Bob estaba exultante y no era para menos. Como escribió un cronista argentino, el concierto de esta noche no pudo haber sido mejor. Y Dylan fue muy consciente de ello. Aún lo recordamos, ya al final del show, parado en medio de su banda, mirando a la multitud por algunos segundos, como sorprendido, quizás, de esa rendida demostración de cariño y admiración que se expresaba con gritos, olés, vivas, aplausos y brazos en alto. Pero antes de esa imagen final, inolvidable y emotiva, Dylan remató su soberbio recital con el clásico "All Along The Watchtower", cuyos broncos sonidos, días después en Buenos Aires, volvían obsesivos en nuestro recuerdo, como aquellos misteriosos jinetes de los versos últimos de la canción, cuyas figuras las evocamos recortadas en el horizonte, mientras afuera el temporal empezaba a aullar.
TEXTO: ROGELIO LLANOS / FOTOS: LOBO ZAC