martes, marzo 03, 2009

MICRO RELATO
DECISIÓN Y LOCURA

Se decide a hacerlo. El rojizo brillo de sus ojos revela una firmeza que no había tenido en meses. Abraham deja de apuntarse el interior de la boca, cambia de dirección, ciento ochenta grados, frente a frente el hierro con su víctima. Sabiendo que reacciona tan rápido como él, no lo piensa ni dos segundos, dispara, dispara, dispara y dispara. El olor a pólvora en un espacio tan pequeño le sofoca. Le pica la nariz. Se calma, toma conciencia de lo que ha hecho, se decepciona, se siente idiota, un loco de mierda. Huye apresurado.

En el suelo quedan un par de casquillos muy alejados entre sí, de los otros dos ni rastro. También cientos de pedacitos de vidrio roto, aleatoriamente desparramados, que hace unos segundos formaban el único espejo del cuarto de baño. Casi todo está en orden: los cepillos, el champú, el jabón, las toallas, las lociones. La víctima, con mucho esfuerzo inútil, trata de hacerse escuchar, grita, maldice, a pesar de su resquebrajamiento corporal: ¡No puedo creer que te hayas atrevido a tanto! ¡Maldito bastardo! ¡Criminal! ¿Dónde estás? ¡Déjate ver! ¡No te imaginas lo que te espera! ¡No dejaré de atormentarte hasta que la pólvora se mezcle con tu saliva! ¡De ahora en adelante cada vez que nos encontremos te haré sentir lo desgraciado que eres, lo poco que vales, la nada que tienes, la nimiedad de tus espermas!Abraham ya está muy lejos de ahí, y así estuviera al otro lado de la habitación no podría escuchar con claridad a esa voz que pretende lacerarlo. Esa voz aún viva pero debilitada por las ráfagas desbocadas de un ser en conflicto. La víctima sigue en el suelo húmedo, sin nadie que la recoja. Ni los vecinos, ni los papás de Abraham, ni los niños, ni la chacha. Nadie sube en su auxilio. Porque a una voz desparramada en cientos de pedacitos nadie le presta atención, solo se la amontona, se la recoge y se la echa a la basura.
Henry Flores

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