lunes, febrero 09, 2009

AMANECIENDO

Faltan dos minutos. Pasaron siete u ocho horas, perdí la cuenta. Ella sigue tendida, imperturbable, respira tan bajito que se puede escuchar al perezoso viento del parque. El mundo no importa, la ciudad comienza su rutina, rutina limeña, rutina vieja, podrida, autómata, fagocitaria, miles de personas atrapadas. Ella sigue en su lecho, ojalá podamos compartir uno algún día, nuevo, de los dos, caliente y acogedor, que sea cómplice de sus saltos de alegría y me permita cobijarla mientras vemos alguna película de amor, acción o misterio.

Falta un minuto. ¿Qué pasará más tarde?, ¿se pondrá contenta?, ¿dejará la nostalgia al menos por un día?, ¿se aburrirá mientras espera a un rostro que le sonría? Sus sueños ya se desvanecen y no la llevaron anoche a ese lugar donde fue muy feliz, que añora, feliz y desgraciada, tierra paisa, su niñez pasó volando, mujer nonata, inocente y culpable, querida y desechable, amada y maltratada. A la tierra del polvo blanco y la violencia, chicas hermosas, canciones habladas.

Ella se despierta, extiende sus bracitos, sin querer toca la pared, lo real es limitado, lo sueños no; extiende sus piecitos, se escapan de las sábanas, el mundo parece pequeño cuando nos alimenta el amor. Una ligera sonrisa comienza a tomar forma, mejías rosadas, hoyuelos simétricos, coquetos, pupilas de miel, pestañas desperezadas, arqueadas, ojos que dan la bienvenida. Amaneció pensando en mí, sí, en mí.

Henry Flores

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